20.12.07

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En seguida nos dimos cuenta de que aquella gente era mucho más culta que el resto de la Centuria, y empezamos a convivir. Se hacían muy agradables por su sinceridad en el trato. A los pocos días, nos comunicaron del alto mando que teníamos que marchar 30 unidades al frente, en especial del Norte, y sólo eran 25. Para completar el grupo, nos agregamos los 4 delegados de la Centuria, y dejamos la Centuria en blanco. Nos montaron en un autocar, y, antes de arrancar, nombraron un nuevo delegado, y me nombraron a mí. Pero yo no acepté, porque escribía muy mal. Se me ocurrió nombrar a uno de Maella, que lo consideraba muy inteligente porque tenía muy buena letra en la escritura. Pero me equivoqué, porque era más corto que las mangas de un chaleco.

Llegamos a Letux a media noche, y fueron distribuyéndonos por las casas. A mí me tocó una casa de payés que tenía 5 hijos y una abuela. A mí me asignaron la de la abuela, que dormía con un nene pequeño. Pasaron al nene pequeño a la cama del matrimonio. Además, tenían otro niño de pecho. La abuela se acostó con la hija mayor, de unos 17 años. Entonces, renuncié y me fui a dormir al pajar con dos hijos más, en un sitio muy reducido, y con dos bueyes que no nos dejaron dormir.