19.2.08

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Un día ocurrió un caso muy desagradable. Hubo una redada del sector de Utrillas, de unos veintitantos entre Andorra y otros pueblos de la comarca. Resulta que toda la noche se oyeron ruidos sospechosos. Al día siguiente, nos mandaron al patio a primera hora. De una manera indirecta, nos enteramos de que un compañero de la CNT decían que se había ahorcado en la celda con la faja. Cosa que considerábamos imposible, porque la ventana estaba a la altura de un hombre de uno sesenta y cinco.
En todo el día estuvimos sin salir del patio, con un silencio sepulcral, y con miradas resignadas de duelo y de un rencor amargo, sin manera de disiparlo. Reforzaron la vigilancia, y quedaron suspendidas todas las actividades, como la escuela, el orfeón, y otras.
No acabo de comprender cómo hoy en día hay tanta cantidad de fugas a punta de pistola, que hacen túneles, que suben al tejado, y que secuestran toda una plantilla. Yo estuve al cacheo en la cárcel de Lérida. Un plátano, lo cortábamos por el medio; el pan, lo cortábamos en varios trozos; y pucheros y cacerolas, con una cuchara larga, no paraban de remenarlo hasta que estaban convencidos de que no había nada. En Zaragoza, aún éramos más estrictos en la disciplina.