17.1.08

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En cambio, por las cercanías de Valencia se hacía intransitable. Había unos hidroaviones que volaban raso y, cuando llegaban a tu altura, te ametrallaban y tiraban dos bombas de mano, y éramos blanco seguro. Operaban siempre de noche, y tenían la base en Palma de Mallorca. Hasta que emplazaron unas ametralladoras antiaéreas, y me enteré que se cargaron por lo menos dos. Entonces circulábamos tranquilos. Se decía que los aviadores eran hijos de Valencia, y por eso eran muy conocedores del terreno.

Llegamos a principios del 39, y el gobierno de Negrín no dejaba de repetir "Resistir es Vencer". Y nosotros, cada día para atrás. Hacía mucho tiempo que habían marchado las Brigadas Internacionales, y nuestro ejército se resintió mucho. Yo estuve en Valencia cuando se marcharon, y se fueron llorando. Todos decían que, tan valientes y mejores compañeros, no los había por ninguna parte; y que marcharon forzados, sabiendo que del otro lado no marchaba ninguno. Que aquello era una trampa para perder la guerra. Después, la gente ya desconfiaba. La Quinta Columna ya actuaba descaradamente. En el Grado de Valencia, los bombardeos eran continuos. Sagunto lo habían asolado. Los obreros nunca pararon de trabajar y, si no, subiendo y bajando a los refugios. Yo estuve allí de servicio dos o tres veces, y considero que aquella gente se merece un monumento por su heroísmo.




Foto: Brigadistas Internacionales.