26.2.08

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Un día, me pasó un caso muy chocante. Resulta que la correspondencia, después de pasar la censura, sólo la podías recibir del familiar de primer grado. Las otras cartas solamente las leías, y las tenías que devolver. Así que un cuñado mío, que vivía en Barcelona,- a pesar de que estaba advertido-, se dispuso a escribirme una carta muy especial. Resulta que de nombre de pila se llamaba "General". Se puso a escribir con miedo de no infringir en falta - su inteligencia culturalmente no daba para mucho-. Se puso a relatar un viaje de Franco a Barcelona, ponderando que fueron más de dos millones a recibirlo. Que aún estaba emocionado de tanto vocerío aclamando al Caudillo. Yo sabía de sobras que no se había movido de casa.
Yo estaba comiendo, y un ordenanza me llama:
-"¡Manuel Comas Cabistañ, a censura!".
Dije: -"Va, la mujer, que ya ha vuelto a escribir por los lados de las cartas".
Llegué allí, y lo primero que me dijeron fue: -"¿Su cuñado piensa de muy distinta manera que usted?".
Yo entonces dije: -"¡Mi cuñado piensa como quiera, yo pienso como me da la gana! Ustedes la han leído, y saben lo que dice, y por lo tanto...".
Acto seguido, me dieron la carta, diciéndome que me la quedase. Cosa que nunca acostumbraban a hacer.
Cuando llegué al salón, leí la carta, expliqué su contenido y quien era mi cuñado... Fue un cachondeo y guasas por la incultura de los funcionarios responsables de la censura, que no supieron distinguir el nombre de pila de la graduación de General. Así eran todos.