24.1.08

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Después, otro que se subió a una torre metálica del muelle, y no paraba de dar voces: "¡Vienen por aquí!, ¡Compañeros, vienen por aquí!, ¡Allá hay muchos barcos!"...
De hecho, los había, pero eran fascistas. A continuación, una caravana de mujeres gritando: "¡No os marchéis...!, ¡No os marchéis...!, ¡No os marchéis...!", sucesivamente. De golpe y porrazo, nos encontramos rodeados de tantos morteros y ametralladoras que se tocaban unos con otros, apuntando ante nosotros.
Continuamente entraba el Cónsul inglés, después el francés, diciendo que ellos no podían hacer nada. Que Franco era muy bueno. Que a todos los que no tenían las manos manchadas de sangre los perdonaba. Hicieron retirar las mujeres, y la situación de los hombres se hacía insoportable. Faltaba agua, comida, higiene, y todas las necesidades que las personas necesitan para subsistir. Ya al vernos impotentes y sin fuerzas, nos hicieron formar y, sin fuerzas para andar y en columnas de cinco, nos mandaron al campo de los almendros. Nos acomodamos en el suelo, esperando lo peor que nos podía pasar.