13.1.08

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Así que pasé tres o cuatro días allí, y me rehíce bastante. Entonces me llevaron a Valencia, al hospital de la Pasionaria, en la calle Sagunto. Allí estuve unos tres meses.
Dio la casualidad que allí se encontraba uno del pueblo, llamado Joaquín Esteve (el de la Esparteñera), que luego murió. Yo iba todos los días a verle, hasta que un día fui y encontré la cama vacía.
Mi compañero de cama era un catalán que le faltaba una pierna. La había perdido por un trozo de metralla de un obús que le explotó al lado en el frente de Teruel.
La mayoría de heridos eran a consecuencia del frío; se les quemaban los pies o las manos. Un día, llegó al lado de mi cama uno, y no quería dejar que le diesen una inyección. Por fin, entre tres o cuatro se la dieron, pero, al momento, yo llamaba a la enfermera, que estaba muerto. Intentamos hacer algunas preguntas y averiguaciones, pero nunca supimos qué tenía, ni cómo se llamaba, ni de qué murió.

El otro compañero, el que le faltaba la pierna, le dieron el alta, y aún le supuraba la herida. Y no tenía más que su madre viuda, que estaba en la zona catalana. Con que cada mañana iba yo a acompañarle a Valencia, subiendo a los tranvías, yo con el brazo en cabestrillo, y el con una pierna y una muleta. Cuando nos veían subir, la gente ya nos hacían sitio para sentarnos.
Hicimos muchas visitas por las dependencias, que nos desaconsejaban que viajásemos. Algunas veces no nos hacían caso, otras implorando; por fin pudo embarcar para Barcelona, pues se hacía muy difícil pasar de una zona a otra, porque estaba el terreno cortado por la retirada de Levante.




Foto: Soldados en camión (Batalla de Teruel, Diciembre de 1937).