3.1.08

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Por fin pudimos recuperar Belchite, y parecía que habíamos pasado un mal sueño. Aquello era un montón de ruinas. No había ni tan sólo una casa que no estuviera dañada, porque estaban bajo el fuego raso del monte Lobo y eran blanco fijo. Y después que hicieron una resistencia encarnizada, tuvimos que conquistarla palmo a palmo, haciendo boquetes y con bombas de mano. Hubo una cantidad de bajas enorme, por ambos lados. Hacía un calor sofocante, y las víctimas esparcidas por todo el pueblo en estado de descomposición. Andábamos con pañuelos atados a la cara y en todo. Era irresistible. Una vez normalizada la cosa, hicieron un hoyo muy grande, y a mí me tocó ir con el camión a recogerlos, que fue una faena muy desagradable. La cantidad que había era inmensa. Los enterramos a la parte baja de una ladera del río. Murieron varios de mi pueblo (Mequinenza) . Creo que entre aquellos no había ninguno, porque prestaba atención, por si los reconocía.
En la recuperación de los cadáveres, habían reclutado una pandilla de desaprensivos que hay que ver cómo procedían. Les miraban los bolsillos. Si llevaban algo de algún valor, se lo quedaban; anillos, dinero, incluso algún diente de oro.


Foto: Belchite, al poco de acabar la batalla.