12.4.08

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Cuando tomamos la decisión de hacer dimitir al maestro, o Secretario, también tuvo que dimitir el Presidente, que era el Sr. Joaquín Castelló, que alegó que era muy mayor, y no podía colaborar con gente que parecía que habíamos leído el último libro.
Así que me nombraron Presidente, y pudimos trabajar con más soltura. Revisamos las cuentas y las acciones, que muchos se consideraban socios, y resulta que eran "usuarios"; tenían derecho a beneficiarse de las leñas, pero nada más, y ni voz ni voto. Pero lo llevaron tan bien, que hubo que no eran accionistas, y llegaron a ser de Junta y hasta presidentes, que, al darse cuenta los más listos, le otorgaron una acción de las que había olvidadas -que eran muchas, que aún las hay de familiares desaparecidos.
Marchaba todo bastante bien, y un día se presenta un aviso del Ayuntamiento, que me personase con el secretario a tal hora: fuimos allí, y nos estaban esperando unos señores de la ENHER para arrendarnos seis hectáreas en la partida del Ribé, a la orilla de lo de Caballé. Que es todo lo que es el amarre del pantano. Con que quedamos de acuerdo, y al día siguiente, reunimos a la directiva y los asociados, con carácter de general (Asamblea). Acordamos de pedir mil pesetas por hectárea, aunque en aquella época nos parecía un poco exagerado pagar mil pesetas por hectárea de un terreno que no valía más que para anidar cuervos y alguna otra alimaña. Así que, como todos teníamos poca experiencia lucrativa, decidimos que a rebajar ya seríamos a tiempo. Al día siguiente, fuimos a la cita, y aceptaron nuestra oferta sin rechistar de seis hectáreas de un roquisal que no había nada aprovechable. Al día siguiente, ya empezaron las obras que revolucionaron Mequinenza. Acudieron gente de todos los pelajes; algunos buenos, pero en general eran gente muy fulera.