El Mesón, que estaba en la calle Zaragoza esquina subida el cine Goya, era el centro de todos los traficantes de caballerías. Las llevaban en reatas, y las exponían el día de la Feria, que era el 25 de Marzo, y se quedaban tres días de fiesta. Los payeses cambiaban las caballerías, y comprábamos cerdos (guerrines) para todo el año.
LLevaban muchas caballerías de la Feria de Salás (la montaña catalana). Llevaban un ganado muy bueno. También venían las ferias, que se instalaban en la Plaza de la Iglesia. Montaban diez o doce ferias de baratijas, juguetes, navajas, carteras de Morella para el bolsillo y para el colegio, etc.
También venía "el chato de las mantas", que hablaba y atabalaba a los payeses. Yo era un crío, y mi padre me compró una navaja con muelles. Yo, muy contento, fui a cortar un bastón para las caballerías y se me dobló todo el filo, y no pude cortar el pan.
También había un hombre muy mayor que iba por las calles gritando: "¡Cosis, cantes i ribrells!". Reparaba objetos de cerámica. Llevaba un morral con arcilla húmeda, una especie de baldrufa grande con un puntero pequeño, hacía un pequeño agujero y, con unas grapas de alambre, las ajustaba a la grieta. Encima le ponía la arcilla macerada y solucionaba las grietas, y cobraba por grapa.
Había otro que también andaba por la calle gritando: "¡Dones! ¡Aulles, betes i fils, i ous i botons pa la bragueta!". Salían las mujeres y compraban la quincallería que necesitaban.
También solía andar un hombre con un burro y un sarón grande (o saria) gritando: "¡Sellons, cantes, argoletes i olles de fang pal fogaril!". Y éste era el comercio del pueblo.
De la ropa no hablamos, porque la mayoría de la gente compraba a fiar. Pagaban a la recolección de la cosecha.
Toda esta gente, comerciantes y marchantes, todos iban a parar al Mesón.
Las mujeres cada mes hacían bugada: ponían el cosi en una banqueta y lo llenaban de ropa con jabón moll, hecho de casa con sosa cáustica y cenizas de los cortezas de las almendras (coscos) y agua caliente. Después la llevaban a tender fuera del pueblo, hasta que se secase.También había sabó dur, hecho con sosa cáustica, aceite y agua. Era mejor que el moll.
1.1.09
146.- Almadías
A principios del 18 Mequinenza, por la posición que ocupaba, era el centro de atención, debido a la confluencia de tres ríos: el Ebro, el Segre y el Cinca. Entonces no había carreteras, y los medios de transporte eran nulos.
Los empresarios de la madera buscaban cuadrillas de obreros y los desplazaban a la montaña durante la temporada de verano. Allí estaban mal comidos, dormían en barracones y en el suelo, y pasaban la temporada cortando madera y bajándola a rastras con caballerías hasta el embarcadero. Allí construían las almadías. Las hacían de tres o cuatro tramos, y cada tramo tenía veinte o veinticinco metros. Los troncos los unían con unas plantas muy largas que retorcían. En el tronco hacían unos agujeros gordos con barrenas, pasaban las plantas por allí, las retorcían bien y les quedaba muy sujeto. Después, a esperar la crecida del río. Cuando llegaba la crecida, quitaban unas trabas, y montaban cinco o seis descalzos, con dos remos largos montados uno delante y otro detrás para conservar la buena marcha hasta Mequinenza.
Al llegar a Mequinenza, en la confluencia de los dos ríos, moderaban la marcha, y sujetaban las almadías a los pilones o anillas grandes de hierro que había en la orilla.
A lo mejor pasaban un par de días descansando en el Mesón o Trinquete. Era un local grande, con cinco o seis camas para los de primera categoría, un pajar grandioso donde cabían cuarenta personas, y una cuadra grande, en la que igual cabían treinta o cuarenta caballerías. También tenía un frontón, donde los jóvenes jugaban a la pelota. Era el local central de todos los viandantes. Había veces que se juntaban diez o doce almadías. Las del Ebro las ataban a las anillas, que tanían muchas para los llauts . En el Segre, las ataban a unos chopos muy grandes que había en la orilla. Después, para la marcha se ponían de acuerdo, y emprendían rumbo hacia Tortosa. Desde allí, la distribución era por vía marítima hasta su destino.Entonces no había ferrocarriles, y el transporte se hacía por mar y los ríos.
Los empresarios de la madera buscaban cuadrillas de obreros y los desplazaban a la montaña durante la temporada de verano. Allí estaban mal comidos, dormían en barracones y en el suelo, y pasaban la temporada cortando madera y bajándola a rastras con caballerías hasta el embarcadero. Allí construían las almadías. Las hacían de tres o cuatro tramos, y cada tramo tenía veinte o veinticinco metros. Los troncos los unían con unas plantas muy largas que retorcían. En el tronco hacían unos agujeros gordos con barrenas, pasaban las plantas por allí, las retorcían bien y les quedaba muy sujeto. Después, a esperar la crecida del río. Cuando llegaba la crecida, quitaban unas trabas, y montaban cinco o seis descalzos, con dos remos largos montados uno delante y otro detrás para conservar la buena marcha hasta Mequinenza.
Al llegar a Mequinenza, en la confluencia de los dos ríos, moderaban la marcha, y sujetaban las almadías a los pilones o anillas grandes de hierro que había en la orilla.
A lo mejor pasaban un par de días descansando en el Mesón o Trinquete. Era un local grande, con cinco o seis camas para los de primera categoría, un pajar grandioso donde cabían cuarenta personas, y una cuadra grande, en la que igual cabían treinta o cuarenta caballerías. También tenía un frontón, donde los jóvenes jugaban a la pelota. Era el local central de todos los viandantes. Había veces que se juntaban diez o doce almadías. Las del Ebro las ataban a las anillas, que tanían muchas para los llauts . En el Segre, las ataban a unos chopos muy grandes que había en la orilla. Después, para la marcha se ponían de acuerdo, y emprendían rumbo hacia Tortosa. Desde allí, la distribución era por vía marítima hasta su destino.Entonces no había ferrocarriles, y el transporte se hacía por mar y los ríos.
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