2.11.08

138.- Segunda Parte: Recuerdos de los Tiempos Antiguos

(Nota del Transcriptor) Añadido de escritos posteriores:
Manolo sigue escribiendo. Para no desvirtuar la integridad del cuaderno original, los nuevos apuntes, escritos en hojas sueltas, serán publicados sucesivamente, aunque no se siga el orden cronológico del cuaderno. Se refieren a tiempos anteriores a la Guerra Civil.

Cuando sufríamos los trastornos de los malos años, mi padre, viéndose impotente para darnos de comer a ocho que éramos de familia, recurría a hacer carbón vegetal, o a coger destajos de olivos, por donde saliese. Si tocábamos el carbón, nos poníamos en una solana o umbría, y hasta que no quedaba en pie ninguna mata, coscoja, aladierno o enebro, allí no levantábamos cabeza. Después, con los dos burros bajábamos las cargas de leña por aquellas laderas, que no podían andar más que los perros cuando cazaban, o algún jabalí.
Una vez en la finca, a montar la carbonera y darle fuego, y tenías que estar pendiente de ella como un enfermo. Que a poco que te descuidabas, te jugabas el esfuerzo de toda la semana. Y, aunque lo que daba no era mucho, lo necesitábamos como el santo bendimiento.
Cuando rayaba el día, procedíamos al desmonte de la carbonera, que consistía en quitar la tierra, las piedras que formaban las espilleras, y la broza que evitaba que no colase la tierra, y ponerle otra, y así se apagaba si había algún rescoldo de fuego, para cegarlo. Después recogíamos el carbón, que lo poníamos en sacos, y teníamos que estar al tanto de que no se nos encendiese. Una vez recogido, lo cargábamos en las caballerías (tres sacos, unos 100 kg.) y nos íbamos a venderlo a Caspe.