2.1.08

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Así estuvimos varios días, hasta que se rindieron. Estuvimos noche y día, sin descansar. Trasladamos prisioneros, gente civil y todo lo que nos mandaban. En esto, se dio un caso muy chocante. Nos mandaron cargar un grupo de mujeres, ancianos y niños. Y el drama que se armó fue espeluznante. El otro chófer, que yo iba de ayudante suyo, se subió al camión. Y yo, desde abajo, ayudaba a subir aquella gente, entre un río de lágrimas y reclamaciones propias de una guerra. Cuando ya estaba casi lleno el camión, me volví y, al lado de la rueda trasera, había una mujer mayor y una nena de unos 8 años, que no querían subir. Al levantarlas para subir al camión, la niña dijo: "¡Abuela, si los rojos son personas normales, no como tú decías!". Yo le contesté: -"¿Qué te pensabas, que llevaban cola los rojos?". Con que se puso allí al rincón, al lado de la portella, y me di cuenta que la miraban con desprecio.
Llegamos a Lécera y estaba el primer control, y resulta que los evadidos -que eran hijos de Belchite- no les dejaron participar en la operación, y los destinaron a los controles. Por lo general, a los coches de la División no nos paraban nunca, y aquel día nos dieron la orden de no parar en ninguna parte. Pero aquel día se pusieron delante, y tuvimos que parar. Subieron al camión, y el drama fue horrible, madres e hijos llorando. Pero cuando vieron a aquella mujer, que la llamaban "la Judía", que decían que era la chivata y mujer del alguacil, y mataron a muchos, que se chivaba por odio; con que se le echaron encima, y, si no fuese porque tuvimos que intervenir, a duras penas los pudimos sacar. Al final, pudimos llegar a Híjar, y cuando llegamos a las afueras, que había unos barracones, subía una cantidad de mujeres en una avalancha que, cuando llegaron al coche, allí ya no fuimos dueños de nada. Y la tía judiera no sé cómo terminaría, pero pintaba muy mal.