1.4.08

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Un día, al retirar del trabajo, el cocinero que nos servía el café, que era compañero, me llamó, y me dijo que había llegado una expedición, y que un tal Juanel había preguntado por mí. Al entrar al barracón, quedé sorprendido, porque no más entrar, al ir a acostarme, se me tiró encima el compañero Juanel, abrazándome loco de contento:
-"¡Conseguistes lo que nadie ha conseguido! Que saliera a trabajar".
-"Pues a buen sitio has ido a parar". -
-"No me importa, el caso es salir".
Estuvimos mucho rato hablando.Que mi familia se le había portado muy bien con los envíos de material de bolsos que les mandaba, y acto seguido les giraban el dinero.
La persona de Juanel era un caso muy especial. Un hombre sencillo, inteligente y activo como nadie. Y Yo nunca podía haber llegado a pensar que las primeras novelas ideales que leí, cuando empezaba a leer, eran obra de su compañera Lola Iturbe, que apasionaban a toda la juventud. Entonces tendría quince o dieciséis años, que empezaba a leer, y me dejaban embelesado con sus argumentos.

Con que el último día, cuando me dieron la licencia, me dijo que quería charlar un rato conmigo antes de marchar:
-"¿Sabes porqué te pedí para salir a trabajar?".
-"No, pero me lo figuro".
Me dijo que una vez haber atado todos los cabos con diversos compañeros, se fugaría y miraría o haría los posibles para pasar a Francia. Me dio las señas de su señora, a la que escribí, y le dije que pronto se reuniría con su marido. Cuando se terminó la dictadura de Franco y nos pusimos en contacto, me dijo que me había escrito, pero yo nunca recibí noticias hasta que terminó la dictadura.