12.3.08

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El otro departamento estaba destinado a la barbería y ducha, y casi la mayoría, entre duchas y lavabos, pasaba por allí. Yo, de la sexta galería, tenía que bajar ochenta escaleras para asearme. El fuerte del trabajo era la palma, haciendo toda clase de bolsos y otras cosas muy bien hechas, que se mandaban por todas partes. Mi compañero Juanel mandó muchos pedidos, y mi familia le giraba los dineros a San Miguel.
En lo alto del edificio había un torreón que lo utilizaban para la desinfección de los petates. Cada dos por tres nos daban la orden de pasarlos. Aunque había un grupo de comunes que tenía una agencia, que pagando una peseta por colchón, lo llevaban y te lo devolvían.

Así iban transcurriendo los días, cuando nos pasaron la orden de traslado para trabajar, sin saber dónde nos mandaban. Comentando con Carrasquer, me decía que no saliese a trabajar, porque sería mucho mejor para mí, ya que podría continuar los estudios, que eran muy importantes. De lo contrario, suponía el abandono, en un momento en que progresaba mucho. Y estuve en un tris que no renuncié. En cuanto a Juanel, me dijo todo lo contrario. Me dio una lista de nombres que encontraría, en especial en Yeserías, como Cecilio Rodríguez, Juanito Torres, Manuel Fernández y otros tantos, pero todos de memoria. También me recordó que intentasen influir para que él saliese a trabajar.