5.9.09

155.- El problema de los emigrantes (II)

Después de la guerra del 14, se formó tal desbandada en el pueblo de Mequinenza que parecía que se iba a quedar huérfano. Los que quedaban estaban asustados. Todos iban para Barcelona y pueblos de rodalías. Ya anteriormente, en el siglo XIX, un familiar mío trabajaba de minero en el metro. Contaba que trabajaban apiñados. Otro familiar trabajaba en el Gran Comercio El Siglo. Subía a casa nuestra como un señor. Creo que era un encargado. Pero se quemó y no he vuelto a saber de él.
Después del año 18 hubo la desbandada. Por suerte, todos se fueron colocando. La familia del Mesurador trabajaba en Can Tunis, y el mayor de dirigente en una oficina. Los hermanos Estruga, en Recauchutados Durán. Los Mesuradors vivían uno en Hospitalet, y el otro frente al Mercat de Sant Antoni. Los Estrugas, en Gracia, Sant Agustí y Santa Tecla. Los Perejil, en Sarriá y Poble Nou. Las hermanas Canero, detrás del los teatros del Paralelo, en Poble Sec.
En un bar de la calle Córcega comían ocho o diez del pueblo: Pere el Sastre y su hermano Ramón, Pepito el de la Asparteñera, los hermanos Sordet, Manolo Ampanteña, los Malchós, los hermanos Estruga.
En Poble Nou vivían varias familias, entre ellas la del Santo, que un familiar mío murió al caer de una andamio. Un tal Antonio Castelló cantaba en el Orfeó Catalá de tenor. Subía muchas veces al pueblo.
En un negocio de ropa llamado La Saldadora trabajaba un tal Moreno. Yo estuve muchas veces con mis cuñadas, que las atendía muy bien con las ofertas. Mis tres cuñadas, Dolores, Trini y Rosita, se fueron a Barcelona cuando la mayor tenía 14 años. Al morir sus padres se colocaron las tres, siendo unas criaturas. Como ellas, había infinidad de mozas y chicos jóvenes que se iban a Barcelona. Tenían montado el Centro Aragonés, que lo frecuentaba mucha gente de la provincia, particularmente de Fraga, que aún usaban la vestimenta antigua de las faldetas y el peinado con peineta.
También había una familia de tres o cuatro hermanos, los Pequeños. Manolo era el mayor de ellos, y tenía una librería en la calle Hospital. Cecilio tenia un bar en la calle Claris, y Joaquín un bar barra americana, creo que por las Ramblas. El que tenía ganas de trabajar se abría camino en Barcelona. Allí siempre han dado buena acogida a los forasteros. Prueba de ello son los andaluces con la Feria de abril, que se sienten catalanes para algunas cosas, y para sus costumbres andaluces.
Cuando se terminó la Guerra Civil hice unos viajes a Barcelona por motivos de salud, debido al accidente que había tenido en la mina. En Lérida cogía el tren del Norte, que venía atestado de gallegos que trabajaban en Barcelona. Cuando mi hijo jugaba en el San Andrés, yo fui con mis nietos al campo, y quedé impresionado, porque parecía un campo contrario. Todos iban con la bota y el morral con los bocadillos, y a gritar. Mi hijo que, jugando en casa, parece que juegas en campo contrario.

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