Después emprendimos el problema de los pinos. Fuimos a entrevistarnos con el sr. Piera, que se le debían cincuenta mil pinos y estaban en pleito con él. Nos recibió en Zaragoza muy cordialmente, y que estaba decidido a cortar los pinos pronto. Nos informamos con el abogado asesor de la sociedad. Después de sus consejos, fuimos a otro, y nos dio los mismos consejos. Que de diez pleitos, teníamos nueve y medio ganados, pero los pinos se los habían vendido. Por lo tanto, eran suyos.
El precio de los pinos era de dos pesetas. En el informe que nos dieron, figuraban la anterior directiva, el Secretario y algún otro implicados. Decidimos llamar una Junta General Extraordinaria, a la que acudió mucho público. Empezamos el debate y, después de explicar todos los trámites realizados, una de las personas más influyentes del pueblo nos expuso que tirásemos adelante. Pero le contesté que había alguna persona de los presentes que estaba implicada, y no sería yo quien le mandase a la cárcel. Así que decidieron crear una comisión para el arreglo de los pinos, y decidieron que los cortasen y acabar con todo el lío. Se hizo un recuento algo a la ligera, y decidieron cortar las siguientes partidas: empezaron por Vall de l'Om, Valles Fleises, Caídas de Llosa, y Barranc Gran y Vallasierra Salida, y no cortó la otra val porque ya la había cortado Carreño.
Así que dejaron el término sin pinos, y la Sociedad de Montes sin pinos y sin dineros. Suerte tuvo de que entramos nosotros, si no hubiera desparecido. La tenían como un caso muy chocante: estaba tan unida al Ayuntamiento, que lo manipulaban todo. Era una especie de mamella que todos chupaban de allí: necesitaban dineros para las barandillas del puente, cuarenta mil, sin intereses y sin compromisos de devolución; para el adoquinado de la Plaza de Armas, ídem de ídem; para el Santo Cristo de la parroquia; entre los mineros y montes, para el teléfono, no recuerdo la cantidad; y una serie de las que no se acaban.