10.2.08

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Estando en el salón, en estado de periodo sanitario, donde estábamos los 17 del pueblo y unos cuantos de Fraga y Torrente por la misma causa, entró un funcionario y me llamó a mí con nombre y apellidos; con que me hizo salir del salón, y en un pasillo, empezó a hablarme que estaba hospedado con una familiar mía, y que luego vendría mi mujer a verme. Y que haría los posibles para mejorar mi situación.
Aquel mismo día nos sacaron el periodo sanitario, antes de lo previsto. Al día siguiente, al entrar de turno, me volvió a llamar, y me dijo si me gustaría aceptar el destino de ordenanza de rastrillo. Cosa que acepté de buena gana. Y me pusieron en una celda de los destinos de más categoría. Estaba para llamar a los comunicantes, y cachear los paquetes de comida que entraban y repartirlos, siempre con la presencia de un funcionario. También las comunicaciones eran especiales para mí. En aquella época, se terminó la guerra europea, y pasaban deportados, avalanchas de alemanes e italianos. Los tenían unos días, y después los trasladaban a Miranda de Duero. Pasaban en grupos de treinta o cuarenta. Yo tenía que cachearlos uno por uno. Un día, llegaron tres altos cargos del ejército alemán. Entre ellos, un coronel que hablaba muy bien el castellano. A mí me dijo que había perdido la guerra, pero que, antes de cinco años, volvería Hitler, porque no había muerto, y que dentro de poco sería el amo del mundo.