7.12.08

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Antiguamente, una vez se hacía de noche, en el pueblo la vida se hacía insoportable: no había luz eléctrica ni de carburo.
En las pocas minas que había, también trabajaban con candiles, una especie de recipiente plano, a forma de tortuga. A primeros de siglo XX aparecieron los satilenos de carburo, y los cafés ya pusieron instalaciones con mecheros, que cobraron una luminosidad aceptable. En las casas, todas se alumbraban con candiles de aceite. Para ir de un departamento a otro tenías que ir con el candil, y procurar no pegar fuego, porque la mayoría de los tabiques eran de cañas.

Las mujeres amasaban el pan cada quince o veinte días. En verano se florecía, pero los padres decían que comiendo el pan florecido se volvían majos.
Para el almuerzo se solía comer torradas y una sardina. Algunos ni eso. Para comer, olla, judías con tocino y morcilla y para toda la familia un hueso de tocino y un poco de chorizo. Otras familias, farinetas para almorzar, y para comer olla con sebo de cerdo, que era lo más barato. Y para cenar, patatas con bacalao y arroz o verdura de la huerta.
Los mineros, en invierno iban tirando, pero en verano venía el paro, y las pasaban moradas. Unos cazaban, otros ayudaban a los payeses a cambio de la comida y poca cosa.