26.12.07

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Ante tal espectáculo, volvimos a insistir de dejarlo, pero tuvimos que desistir. Con que las chicas se pusieron a los pies de las otras camas, y nosotros no nos quitamos más que los zapatos y la chaqueta.
No dormimos. A las cuatro ya estábamos en la estación, y dentro del tren, sin salir del asombro de la actitud de aquel buen hombre -o bonifacio, no sé cómo calificarlo-. Con que a las cinco salimos y, al llegar a la ribera de Ribarroja, el agua, o la riada, llegaba hasta cruzar la vía del tren. Cosa que el personal civil, que iba en el tren lleno, pasaron una gran angustia al ver el tren rodeado de agua. Nosotros, los milicianos, tratábamos de calmar al personal hasta que salimos de aquel agobio. El tren andaba que casi ni se movía, hasta que no salimos del agua del río. Aquello era impresionante, ver como las olas del centro subían lo menos dos metros, y a los lados, el reflujo también impresionaba.
Esto ocurría allá al amanecer de primeros del 37. Así que llegamos a las tres de la tarde a Sitges. Y lo primero que hicimos fue ir a la barbería.