31.12.07

34

Allá entre Abril y Mayo, se concentraron con las brigadas de La 25ª División (que eran tres: 116, 117 y 118) unas fuerzas vestidas de verde. Se dijo que si eran carabineros. Eran algo mayores, y llegaron en un plan como si se lo iban a comer todo. Querían atacar con cuchillo en la boca, bomba de mano, y al asalto. A nosotros nos daba la impresión de que eran chulos del Barrio Chino. Con que, a los pocos días, preparamos toda la flota de camiones de las tres brigadas, y la divisionaria, que es donde estaba yo. Así que dejamos lista la caravana. Resultó que algunos se resistían, que no querían subir al camión porque no era manera de llevar fuerzas. Entonces, el comandante de la 117, que era un tiarrón muy decidido, les dijo: "¡El que no quiera subir al camión, que lo diga!". Callaron todos sin decir ni pío. Así que a los verdes los dejamos en Santa Quiteria, en la sierra de Albarracín. Y las demás fuerzas, al Carrascal y Sabiñánigo. Pero cuando a los de Santa Quiteria les dispararon los primeros petardos, echaron a correr hasta el mar. Ya no supe más de los verdes y los carabineros.

33

Retrocediendo a Noviembre del año anterior, tengo que hacer referencia a un hecho de capital importancia: la muerte de Buenaventura Durruti. Fue algo que nos dejó atónitos a todos los milicianos. Era un hombre, para todos los de la CNT-FAI, como un símbolo. Algo así como Dios para los católicos. Cuando hacías mención de él, era símbolo de respeto, de amor, de bondad, algo así como un apóstol que se hacía querer, hasta los que no profesaban las mismas ideas anarquistas. Yo considero que, a su muerte, ya murió la revolución. Lo sacaron de Aragón porque sabían que, por donde él pasaba, su nombre quedaba grabado en la mente de todos los combatientes. Todos lo consideraban una especie de Ghandi.

Aquel 20 de Noviembre fue funesto para la República. Fue como si todo hubiese estado planeado. Cuando Madrid estaba en franca retirada, tuvo que ir él con sus fuerzas a contener la avalancha fascista, que estaba más dentro de Madrid que en las trincheras. Y él lo sabía, y por eso lo eliminaron, porque conocía donde estaba el mal de Madrid. Mientras, en Aragón defendíamos las trincheras con fusiles antiguos de la guerra del 14 y con bombas de mano. Nuestros jefes no hacían más que pedir armas para contratacar y restar fuerzas a Madrid, pero siempre fueron negadas.