8.8.09

151.- De la oscuridad a la luz

La transformación sufrida en el siglo XX es fenomenal. Antiguamente, cuando se hacía de noche se paralizaba todo. Hoy, cuando se hace de noche empieza la vida.

Los elementos de que se disponía para la iluminación eran muy reducidos: candiles de aceite para las casas y las masías. Aunque en las masías se solía utilizar la fogata y la tea, que se extraía de los pinos viejos y criados en solana. Para irte a dormir y cuidar las caballerías utilizabas el candil de aceite, con la mecha correspondiente.

En las casas del pueblo tenían dos o tres candiles de aceite de mecha, que vendían en la tienda. También se usaban mucho las velas de cera, que las ponían en una espalmatoria, donde se concentraba toda la cera quemada. Si, por causas familiares, tenían que ir a un velatorio, usaban una linterna con una vela en medio, protegida por unos cristales laterales.

Los hombres salían de noche con la manta al hombro para la taberna, afrontando la oscuridad. En las tabernas y los cafés tenían setilenos ("acetilenos"), una especie de bombona con un tubo de cristal encima, y un tornillo en la base para regular la luz. A las doce hacían cerrar los locales, pero los mozos iban de esquina en esquina, insultándose unos a otros. Si pasaba uno suelto, lo emprendían a golpes de manta, y lo mandaban a dormir. También hacían cabrear al sereno, que iba con gorra de plato, una lanza, y una farola o linterna con una vela en medio. El sereno rondaba por el pueblo creo que desde las diez de la noche hasta las cuatro de la mañana, o así. Creo que llevaba sólo alguna llave, de algún rico, por si tenía que acompañarlo. Había veces que los mozos lo hacían cabrear. Otras, lo invitaban a una botifarra o comida, y él encantado de pasar la noche de juerga. Cantaba las horas y el tiempo que hacía (nublado o sereno).

Para los procesiones de Semana Santa, todos iban con velas y antorchas, que lo iluminaban todo.
Cuando hicieron el riego de Campells y Dellasegre, construyeron una balsa muy grande con muchas turbinas, que servían para moler trigo y maíz. Le llamaban el molino. Pero después, a principios de siglo, le pusieron una dinamo y un transformador, con un vigilante, y pasaron la luz al pueblo. Aunque era una luz tenue y con muchos apagones, fue un gran acontecimiento.
Pero surgió el problema. Resulta que a los de la Granja de Escarpe no les sentó bien la luz en Mequinenza. Había muy malas relaciones, como siempre. Por la noche, en su término soltaban el agua al río, quedaba la balsa sin agua, las turbinas paradas, y no producían luz. Después venía el desbroce y la limpieza de la acequia, que estaba dos o tres semanas sin agua. Después la época de verano, que atandaban el agua (hacían tandas), y hasta que no llegaba a Dellasegre tardaba una eternidad. Tenían cuatro días para Campells y tres para Dellasegre. Después, los sabotajes de los granjolinos, que eran cada día.

Así transcurría el tiempo, hasta que, de la noche a la mañana, vinieron unos señores de la empresa Canadiense, estudiaron unos terrenos en la Batería, al lado del Corral de Rayet, lo llenaron todo de bobinas grandes de cables, hicieron un edificio aprisa y corriendo, y montaron unos transformadores grandiosos. Terminado de montar todo, pusieron un empleado en la Central, dos para las revisiones de las líneas y un Cobrador.

Poco a poco todos los vecinos íbamos poniéndonos la luz eléctrica. Esto era entre 1918 y 1920. Primeramente se iluminaron las calles. Después las viviendas, primero las de los ricos, después las de los pobres. Al principio hubo varios casos muy luctuosos, por falta de experiencia. El primero fue un obrero que reparaba una línea en una frontera. Le dio la corriente, cayó de la escalera y ya quedó muerto. El segundo, una mujer que estaba planchando y, al coger la plancha, quedó electrocutada. El tercero fue un poco chocante. Era verano, hacía mucha calor y era de noche. Nosotros estábamos cenando. Estaban enbaldosando la Plaza de Armas y mandaron a un peón a buscar un cántaro de agua fresca al pozo de Ca Borbón, delante de casa nuestra. Al ir a apagar la luz, quedó arrampado, dando unos alaridos que acudió todo el vecindario. Yo fui de los primeros por estar más cerca. Le di una patada al cable, y el operario marchó sin despedirse de nadie. Tenía las manos mojadas, y por eso le pasó la corriente.