9.2.08

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Uno de los compañeros, Emeterio, cogió el sistema de no comer. Así, a la primera bofetada, al estar tan débil, caería desmayado, y no le pegarían más.
Así estuvimos hasta el día no sé si 14 o 15. Lo cierto es que, estando en plena fiesta de San Anastasio, por la noche, nos ataron a Emeterio y a mí, y, entre medio de aquel tumulto, con dos policías nos condujeron a la cárcel, siendo la atención de todas las miradas que estaban en la fiesta de aquella avenida. Tenía que ir un policía abriendo camino para poder pasar.
Cuando llegamos a la cárcel nos metieron a un salón donde ya había cuatro del pueblo, y, francamente, el día que salí en libertad tuve una alegría inmensa, pero, al ingresar en la cárcel, fue grandiosa, al escapar de aquellos verdugos, desalmados, criminales, y todos los adjetivos malos son pocos para ellos.

Al día siguiente nos esquilaron al cero y nos metieron en la ducha de agua fría. A los 5 días, nos sacaron del periodo sanitario y nos metieron en celdas de cuatro personas. Al llegar la noche, nos pusimos a observar si había chinches, y no se veía ninguna. Pero al rato que estábamos allí, empezamos: "¡Mira, una!, ¡Otra!...". Y, sin darnos cuenta, ya se podían coger a puñados por toda la celda. Pero cuando estábamos matándolas con las alpargatas, nos apagaron la luz.