24.12.07

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Cuando terminaron de comer, todos me ovacionaron. Me dijeron que era el salvador del grupo. Al día siguiente, viendo que el almacén tenía mucha comida, les hice macarrones a la italiana. Y así sucesivamente, ya no hubo problemas en el grupo. A medida que nos iban conociendo, fue tanto el afecto que nos ofrecieron en aquel pueblo, que cuando marchamos lo sintieron mucho. No faltó más que un chico de allí, hicimos la mili juntos, y su familia tenían fotografías de los dos, a pesar de que él no estaba en el pueblo.

A mediados de Diciembre terminamos la mina, e implantaron la batería de cuatro cañones del 7 y medio, a una distancia de Belchite de unos 800 metros. La boca de salida era de un metro de largo por veinte centímetros de ancho, y el movimiento del cañón oscilaba en todas direcciones dentro de la mina. Así que hay una directa principal y tres brazos que apuntaban a cero en Belchite. Por cierto, que la artillería enemiga tiraba continuamente, y se dijo que un proyectil dio con el agujero, pero yo no tengo constancia. Así que, para las vísperas de Navidad, prepararon una ofensiva a lo grande. Yo estaba entre Almonacid de la Cuba y Belchite, y veía cómo el Monte Lobo vomitaba fuego continuamente, pero con tanta mala sombra que cuando parecía que ya el enemigo se batía en retirada, se pasaron dos capitanes del Estado Mayor, un tal Carrasco y un tal Medrano. Así que a las cuatro de la mañana dieron orden de retirada, con el disgusto general de todos los milicianos.