13.4.08

137

Debidos a ciertas actividades entre Montes, Hermandad Cooperativa y los de la ENHER, había adquirido cierta personalidad, en general con los payeses, que habían visto en mí a una persona formal, honrada y sin vicios, y por eso depositaron en mí toda la confianza incondicionalmente. Pero mientras progresaba por un lado, por el otro, el Ayuntamiento estaba poseído por una mala baba de alguno de sus miembros, que estaba mirando continuamente por ver si podían mandarme otra vez a Torrero. Suerte que tuve que uno de los miembros de los empleados me llamó, y me dijo que andase con cuidado, que había un sector en el Ayuntamiento que presionaba para mandarme a Torrero. Así que tuve que reflexionar y deshacerme de todo, hacer marcha atrás, y desde entonces ya no he figurado con cargos públicos. Hasta hace unos años, que me nombraron Tesorero del Club de Fútbol, pero estaba rodeado de una directiva muy incompetente y poco formal, y se deshizo por sí sola.

FIN (de momento)



--------------------------------------------------
Imagen: Manolo Comas en una foto reciente

12.4.08

136

Cuando tomamos la decisión de hacer dimitir al maestro, o Secretario, también tuvo que dimitir el Presidente, que era el Sr. Joaquín Castelló, que alegó que era muy mayor, y no podía colaborar con gente que parecía que habíamos leído el último libro.
Así que me nombraron Presidente, y pudimos trabajar con más soltura. Revisamos las cuentas y las acciones, que muchos se consideraban socios, y resulta que eran "usuarios"; tenían derecho a beneficiarse de las leñas, pero nada más, y ni voz ni voto. Pero lo llevaron tan bien, que hubo que no eran accionistas, y llegaron a ser de Junta y hasta presidentes, que, al darse cuenta los más listos, le otorgaron una acción de las que había olvidadas -que eran muchas, que aún las hay de familiares desaparecidos.
Marchaba todo bastante bien, y un día se presenta un aviso del Ayuntamiento, que me personase con el secretario a tal hora: fuimos allí, y nos estaban esperando unos señores de la ENHER para arrendarnos seis hectáreas en la partida del Ribé, a la orilla de lo de Caballé. Que es todo lo que es el amarre del pantano. Con que quedamos de acuerdo, y al día siguiente, reunimos a la directiva y los asociados, con carácter de general (Asamblea). Acordamos de pedir mil pesetas por hectárea, aunque en aquella época nos parecía un poco exagerado pagar mil pesetas por hectárea de un terreno que no valía más que para anidar cuervos y alguna otra alimaña. Así que, como todos teníamos poca experiencia lucrativa, decidimos que a rebajar ya seríamos a tiempo. Al día siguiente, fuimos a la cita, y aceptaron nuestra oferta sin rechistar de seis hectáreas de un roquisal que no había nada aprovechable. Al día siguiente, ya empezaron las obras que revolucionaron Mequinenza. Acudieron gente de todos los pelajes; algunos buenos, pero en general eran gente muy fulera.

11.4.08

135

Después emprendimos el problema de los pinos. Fuimos a entrevistarnos con el sr. Piera, que se le debían cincuenta mil pinos y estaban en pleito con él. Nos recibió en Zaragoza muy cordialmente, y que estaba decidido a cortar los pinos pronto. Nos informamos con el abogado asesor de la sociedad. Después de sus consejos, fuimos a otro, y nos dio los mismos consejos. Que de diez pleitos, teníamos nueve y medio ganados, pero los pinos se los habían vendido. Por lo tanto, eran suyos.
El precio de los pinos era de dos pesetas. En el informe que nos dieron, figuraban la anterior directiva, el Secretario y algún otro implicados. Decidimos llamar una Junta General Extraordinaria, a la que acudió mucho público. Empezamos el debate y, después de explicar todos los trámites realizados, una de las personas más influyentes del pueblo nos expuso que tirásemos adelante. Pero le contesté que había alguna persona de los presentes que estaba implicada, y no sería yo quien le mandase a la cárcel. Así que decidieron crear una comisión para el arreglo de los pinos, y decidieron que los cortasen y acabar con todo el lío. Se hizo un recuento algo a la ligera, y decidieron cortar las siguientes partidas: empezaron por Vall de l'Om, Valles Fleises, Caídas de Llosa, y Barranc Gran y Vallasierra Salida, y no cortó la otra val porque ya la había cortado Carreño.

Así que dejaron el término sin pinos, y la Sociedad de Montes sin pinos y sin dineros. Suerte tuvo de que entramos nosotros, si no hubiera desparecido. La tenían como un caso muy chocante: estaba tan unida al Ayuntamiento, que lo manipulaban todo. Era una especie de mamella que todos chupaban de allí: necesitaban dineros para las barandillas del puente, cuarenta mil, sin intereses y sin compromisos de devolución; para el adoquinado de la Plaza de Armas, ídem de ídem; para el Santo Cristo de la parroquia; entre los mineros y montes, para el teléfono, no recuerdo la cantidad; y una serie de las que no se acaban.

10.4.08

134

Así que nos dispusimos a aumentar el precio, calculando desde que empezaron con el contrato de después de la guerra, y encima, el tanto por ciento para cubrir el presupuesto. Cuando presentamos todos los datos a la directiva y los asociados, hubo un revuelo de mil demonios; decían y alegaban que enfrentarse con la potencia minera era muy peligroso, y que tenían una fuerza fabulosa. Después de muchas disensiones, decidimos llevarlo a cabo en seguida. Les pasamos la comunicación, y decidimos reunirnos en la oficina de [la mina] Previsión. Fuimos Jesús el secretario y yo; nos estaban esperando: el administrador de Previsión (Pepito), el tío Pepe Estruga, el tío Ramón del estanco, y Agustinet del Moreno. Les explicamos los motivos de la subida del alquiler y la reacción fue fuerte, diciendo que nos habíamos pasado y que no pensaban pagar; pero gracias a la intervención de Pepito, el administrador de Previsión que, haciéndoles ver que aquella subida era justa y que habían de haber sido otras directivas quienes tenían que haber hecho las subidas, y ahora no nos hubiéramos visto en aquel trance tan desagradable. Después de su intervención, todos vinieron de acuerdo, y nos apuntamos un gran tanto.

9.4.08

133

Con que citamos al maestro y al Tesorero por la revisión de cuentas, y para el acto citamos a los dos de mayor edad de la asociación, el sr. Antonio Muñoz y el sr. Esteve el padre. Empezamos la revisión en tono tranquilo, y el Secretario se llevaba correctamente, pero al rato, el Tesorero (el sr. Estanquero y Juez del pueblo), reaccionó de tal forma, que empezó a decirme "rojo", ex-presidiario, y que haría lo posible para que volviese a la cárcel. Los asesores le llamaron la atención, y por último tuvo que despacharlo del local por el mal comportamiento. Así quedó redactado en Acta todo el relato, y mucho más que no he expuesto. Optamos por revisar los libros, y allí hubo de todo. Incluso un caso impropio, cinco trimestres de Contribución. Y otro caso especial fue que cada vez que subían el impuesto de la Contribución y el Consumo, recurrían al alquiler de los pastores sobre el arriendo de las hierbas. Y por el arriendo de las plazas de carbón y terraplenes, pagaban una cantidad irrisoria, desde el primer momento que contrataron el arriendo.

8.4.08

132

Así que empezamos la ofensiva. Después de la última reunión, acordamos citar a los asociados y, después de debatir todos los acuerdos y pasar a ruegos y preguntas, el Presidente dice:
- "Bueno, si nadie tiene nada que decir, vamos a levantar la sesión".
-"¡Yo tengo que decir algo!".
La mayoría quedaron parados.
-"¡Presento la dimisión!".
Y cinco directivos más de los ocho actuales también. Muchos ya estaban sabedores de la causa, y el resto me exigieron que explicase el porqué. Lo primero que expuse fue que en casa del maestro no era el lugar adecuado para las reuniones, y más cuando estaban más interesantes, ya abrían las ventanas y sacudían las mantas. La mayoría no me la aceptaban porque no era suficiente motivo. Y fue entonces cuando tuve que decir que no estábamos conformes con el sistema de contabilidad que llevaba el maestro. Entonces, reaccionó y dijo:
-"Aquí tengo el Balance".
Acto seguido, le respondí yo:
-"¡Esta cuartilla se la ha sacado de la manga, porque nunca puede usted hacer un Balance si antes no se suma el Diario y después pasarlo al Mayor, y comprobar las sumas, y usted no lo ha hecho, y considero que sabrá el delito que esto tiene, con que ¿Quiere apechugar las consecuencias?!".

Entonces, presentó la dimisión, y lo dejó todo a nuestro cargo, con la condición que teníamos que revisar las cuentas.
Después le tocó el turno al Tesorero. Cobraba bastante para que la gente le fuese a pagar a su casa, y guardaba el dinero como si fuese suyo. Entonces le comunicamos de ingresar el dinero al Banco, y la recaudación también.

7.4.08

131

Parecía que, lentamente, me iba recuperando, cuando un día, sin más, me pasan una papeleta como que me habían nombrado de la directiva de los Montes que fueron Comunes. Este nombramiento vino en un estado de revuelta de una sociedad que se veía involucrada por la conducta de una gran parte de señores que, apoyados por un régimen que les era favorable, se aprovecharon de la política para malvenderse los pinos, que hicieron una tala que dejaron la sociedad con una deuda de cincuenta mil pinos a un tal señor Piera de Caspe.

La primera reunión, que se hacía en casa del maestro, que era el secretario, a la entrega de poderes. A mí me nombraron vicepresidente. Se celebraban las elecciones, y cuando intentabas profundizar sobre el tema de los pinos y la marcha de la sociedad, entre el Presidente y el Secretario, esquivaban y no había manera de llevar las cosas a buen término. Y cuando la señora del maestro se cansaba, sacudía las mantas para dormir al viejo, que era su habitación, y teníamos que marchar. Nosotros no teníamos forma de entrar en detalle; pero un día que se fue el Secretario al servicio, que lo hacía muy a menudo, le pude coger el libro Diario y el Mayor, y en poco rato vi que había la inmensa parte de las columnas del Diario sin sumar, y que no las pasaba al Mayor. Al que era Guardia de los Montes, que nos informaba de todo, le dije que con aquello había hasta para mandarlo a la cárcel.

6.4.08

130

Trataba de reorganizarme, pero no había manera de rehacerme. Un día, estaba labrando en Llosa, y a media mañana se me presentó la Guardia Civil, y con las caballerías, me fui para el mas; al llegar, me dijeron que perseguían a un tal el Rubio, que abría los mases y causaba estragos por donde pasaba. Al momento se presentó la otra pareja. Entonces, el Sargento me pidió que harían noche allí y que, si lo tenía a bien, utilizaría el mas para otras salidas. Yo le contesté que le dejaría la llave escondida, porque era miércoles y tenía que presentarme.
-"¿Presentarse de qué?", me dijo.
-"Es que he estado en la cárcel y, mientras esté con la condicional, el Comandante del puesto me impuso que tenía que presentarme dos veces por semana".
-"¿Cómo, es que no cumplió la condena?".
-"Claro que cumplí la condena, pero me dijo que era un elemento sospechoso, y que me andase con cuidado".
-"Pues de hoy en adelante, ya ha terminado de presentarse; para mí, todas las personas que se comportan honradamente, tengan el ideal que quieran, yo se lo respeto, y son personas apreciadas para mí".

Fue así que empecé a frecuentar un poco los cafés en domingo. Después, cogieron al Rubio y, de vuelta, pararon a descansar a Llosa al nuestro, y a pesar de que iba vestido con la ropa que me había quitado, un pantalón y jersey y alpargatas, aún le preparé un par de huevos y vino y pan para comer; cosa que alardearon mucho en el pueblo como rasgo de caridad; después que, por dos veces, me hizo mucho mal en el mas.

5.4.08

129

Fue fatal. Andaba por el muro del pueblo, viendo gente por todas partes, y no distinguía a nadie. La casa estaba abarrotada de gente, y yo con un nudo en la garganta y sin poder llorar. Allí me encontré, tirado en la cama como un guiñapo, a mi hermano, tendido en la cama. Un hombre de uno ochenta, con una espalda que parecía que nada podía con él, con un temperamento inigualable, que todo el mundo lo llamaba, que gastaba bromas con todo el mundo y nadie se lo tomaba a mal. Estuve toda la noche y parte del día que nos quedaba mirándole, y mi mente la tenía en blanco y no encontraba manera de concentrarme en ordenar mis ideas.

Después de treinta y dos meses de guerra, de un mes y medio de campo de concentración, que fue lo más horroroso que nadie se pueda imaginar; después de pasar las pruebas de la brigadilla criminal, que nos pegaban y empleaban unos métodos que no hay plumas que lo relaten, como el simulacro de la ley de fuga; las mazmorras de la comisaría de Lérida y el terrorismo de la cárcel de Torrero, no eran comparación de ni por asomo cómo me quedé, allí en presencia de mi hermano, que me desaparecía para siempre.

4.4.08

128

A primeros del 51, mi hermano fue empeorando, y falleció en seguida. El golpe fue duro. Un hombre que era todo bondad moría agonizando, con todo el conocimiento, a los treinta y tres años, dejando una viuda y una nena de tres años. Así que, entre unas cosas y otras, la moral de nuestra familia estaba por los suelos.
Mi hermano pequeño trabajaba a la mina, y mi padre y yo íbamos trampeando con las tierras. Pero, al cabo de un año poco más, vino el golpe fatal: estábamos labrando en la finca del Pla, nos estábamos preparando para hacer la cena, cuando el perro que teníamos salió disparado, arremetiendo desesperadamente. Salí a la calle, y pude vislumbrar que venían un grupo de hombres acompañados por el pastor Manuel de Cholina. Me llamaron en seguida, y ya reconocí las voces de los amigos de mi hermano. Se me vino el mundo encima. Yo ya lo veía muerto, pero Mario Arbiol me decía que no, que prueba de ello era que él era el Secretario del Juzgado, y por lo tanto me demostraba que no estaba muerto. Pero, al llegar al pueblo, nos hicieron dejar las caballerías en una huerta, y nos hicieron pasar por el puente, que estaba en construcción. Y durante el recorrido por el pueblo, la gente que estaba toda en la calle dio muestras de que la desgracia había caído en nosotros.

3.4.08

127

Después, fui a la empresa que era fiadora de mi libertad. Para colmo, estaba pasando un mal momento, pues tuvo que reducir un gran número de la plantilla de picadores. Entre los despedidos se armó un revuelo de mil demonios, porque yo ingresaba cuando los más de treinta picadores fueron despachados, y aquello no lo aceptaban. El administrador tuvo que hacer frente, diciendo que la empresa había sido fiadora de mí, y que yo aún figuraba en plantilla antes que todos los despedidos. Pero, aunque convenció a unos cuantos, otros emprendieron una política difamatoria y denuncias. Con que me mandó llamar el Comandante del Puesto, y me dijo que me mandaba a Torrero porque iba haciendo política por los cafés. Yo le contesté que no era cierto, que no había entrado en ningún café. Entonces, hizo ademán de pegarme, pero me retiré sin decirle adiós. Después, me llamó el administrador de la empresa, y me dijo que lo mejor que podía hacer era plegar de la empresa, porque tenía denuncias de personal que me quería muy mal.
De modo que, aunque quería trabajar mucho para poder ayudar a mi hermano, que lo pasaba muy mal, tuve que plegar y dedicarme a la tierra, donde las pasábamos canutas. Y donde me encontrase, me tenía que presentar.

2.4.08

126.- "Ya Estoy en Libertad"

El 7 de Junio de 1950 me dieron la libertad en Buytrago, provincia de Madrid, donde se construía un pantano en el río Lozoya.
El recuerdo de mi estancia allí me dejó un sabor agrio, de mal talante, que ojalá nunca lo hubiese conocido.
El trayecto hasta Buytrago lo hice a pie, pero la única nostalgia que sentí al marchar fue que me había dejado unos pocos compañeros que aún les quedaban algunos días para cumplir. Con la colchoneta al hombro, el macuto y la bolsa de costado, cuando ya quedó atrás, ni siquiera volví la vista, para no prolongar el mal recuerdo.

En la llegada al pueblo, a pesar de la alegría de la familia, las cosas no fueron muy halagüeñas. Al primero que vi fue a mi hermano Joaquín y, al verlo, me confirmaron el estado grave de su enfermedad. Teresa, mi mujer, también estaba enferma, suerte que iba en vías de recuperación. Después, fui a presentarme al cuartel de la Guardia Civil, por la libertad condicional. Con una cara de vinagre y sin mirarme a la cara, me ordenó que me presentara dos veces a la semana; que no intentase salir del pueblo, que, de lo contrario, ya sabía la residencia que había dejado en Torrero.

1.4.08

125

Un día, al retirar del trabajo, el cocinero que nos servía el café, que era compañero, me llamó, y me dijo que había llegado una expedición, y que un tal Juanel había preguntado por mí. Al entrar al barracón, quedé sorprendido, porque no más entrar, al ir a acostarme, se me tiró encima el compañero Juanel, abrazándome loco de contento:
-"¡Conseguistes lo que nadie ha conseguido! Que saliera a trabajar".
-"Pues a buen sitio has ido a parar". -
-"No me importa, el caso es salir".
Estuvimos mucho rato hablando.Que mi familia se le había portado muy bien con los envíos de material de bolsos que les mandaba, y acto seguido les giraban el dinero.
La persona de Juanel era un caso muy especial. Un hombre sencillo, inteligente y activo como nadie. Y Yo nunca podía haber llegado a pensar que las primeras novelas ideales que leí, cuando empezaba a leer, eran obra de su compañera Lola Iturbe, que apasionaban a toda la juventud. Entonces tendría quince o dieciséis años, que empezaba a leer, y me dejaban embelesado con sus argumentos.

Con que el último día, cuando me dieron la licencia, me dijo que quería charlar un rato conmigo antes de marchar:
-"¿Sabes porqué te pedí para salir a trabajar?".
-"No, pero me lo figuro".
Me dijo que una vez haber atado todos los cabos con diversos compañeros, se fugaría y miraría o haría los posibles para pasar a Francia. Me dio las señas de su señora, a la que escribí, y le dije que pronto se reuniría con su marido. Cuando se terminó la dictadura de Franco y nos pusimos en contacto, me dijo que me había escrito, pero yo nunca recibí noticias hasta que terminó la dictadura.