9.12.08

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Otro caso muy chocante fue el del tío Barberet, que le había dado por no dejar ni a sol ni a sombra al tío Siervo, que era el enterrador del pueblo. Cada vez que se lo encontraba, a cachetes y calvochs, al hombre no lo dejaba vivir. El tío Barberet se colgó del techo, y lo llevaron al cementerio para hacerle la autopsia. Resulta que, cuando uno se cuelga, la mano derecha la levanta para coger la cuerda, y ya se les queda así, tiesa. Con que, al ponerlo en la caja, no contaron con que le sobresalía el brazo. Así que el tío Siervo, empujándole el brazo para cerrar la caja, le decía: "¡Canalla, no`m pegarás més!". Entonces se le escapó la mano, que la tenía rígida, y le dio en las narices. El tío Siervo echó a correr para casa y a los pocos días murió del susto. Por eso quedó la dicha "Que un muerto ha matado a un vivo".