Pasamos unos días vagando por allí, y por fin nos mandaron a Rodilla, frente de Teruel. Hicimos otros dos viajes de Requena y Buñol, cargados con las fuerzas de las brigadas de la División. Las distribuyeron entre Corbalán, Tortajada y Valdecebro, con un frío de muchos grados bajo cero.
A nosotros nos destinaron con un grupo de transmisiones. Iban a tender líneas de comunicación con la División 25. Pero cuando llegamos al llano de Valdecebro, vino una bandada de Junkers y empezaron a bombardear la Brigada 117, que iban a tomar las posiciones que ocupaba el Campesino. Pero éste ya las había abandonado, y se situó más atrás, a la ladera del Mansueto. De modo que nos pilló con las fuerzas desparramadas. Y después del bombardeo vinieron los cazas ametrallándonos todo el día sin descansar, hasta que se hizo de noche. Entonces fuimos al camión, y una bomba lo había tirado fuera del camino, culo arriba. Nosotros estuvimos todo el día tumbados encima de la nieve, sin podernos mover por los cazas. Cuando oscureció, fuimos a recoger alguna cosa del coche, y ya no nos dejaron llegar, por el fuego cruzado de los fascistas.
En las competiciones se habla de superar marcas por atletas y deportistas. A mí me gustaría comprobar lo que es capaz una persona que, después de pasar todo el día tumbado sobre el suelo, sin ningún resguardo, esperando que una bala o bomba acabe son su existencia y, cuando parece que ha terminado el combate, te levantas con el cuerpo dolorido, la vista turbia y la mente atrofiada, de golpe y porrazo sientes el repiqueteo de las ametralladoras que te dibujan, y, así como corres, las balas te pasan delante; saltas piedras grandes, matas, ribazos, sin mirar la profundidad ni la anchura que tienen; hasta que la oscuridad se convierte en tu aliado benefactor. Pero después viene lo bueno. Estás desorientado, la niebla te impide orientarte, y no sabes donde tirar para no caer en manos del enemigo.
Foto: Soldados muertos sobre los helados campos de Teruel (21 de Diciembre de 1937). Autor: Robert Capa.