31.12.07

34

Allá entre Abril y Mayo, se concentraron con las brigadas de La 25ª División (que eran tres: 116, 117 y 118) unas fuerzas vestidas de verde. Se dijo que si eran carabineros. Eran algo mayores, y llegaron en un plan como si se lo iban a comer todo. Querían atacar con cuchillo en la boca, bomba de mano, y al asalto. A nosotros nos daba la impresión de que eran chulos del Barrio Chino. Con que, a los pocos días, preparamos toda la flota de camiones de las tres brigadas, y la divisionaria, que es donde estaba yo. Así que dejamos lista la caravana. Resultó que algunos se resistían, que no querían subir al camión porque no era manera de llevar fuerzas. Entonces, el comandante de la 117, que era un tiarrón muy decidido, les dijo: "¡El que no quiera subir al camión, que lo diga!". Callaron todos sin decir ni pío. Así que a los verdes los dejamos en Santa Quiteria, en la sierra de Albarracín. Y las demás fuerzas, al Carrascal y Sabiñánigo. Pero cuando a los de Santa Quiteria les dispararon los primeros petardos, echaron a correr hasta el mar. Ya no supe más de los verdes y los carabineros.

33

Retrocediendo a Noviembre del año anterior, tengo que hacer referencia a un hecho de capital importancia: la muerte de Buenaventura Durruti. Fue algo que nos dejó atónitos a todos los milicianos. Era un hombre, para todos los de la CNT-FAI, como un símbolo. Algo así como Dios para los católicos. Cuando hacías mención de él, era símbolo de respeto, de amor, de bondad, algo así como un apóstol que se hacía querer, hasta los que no profesaban las mismas ideas anarquistas. Yo considero que, a su muerte, ya murió la revolución. Lo sacaron de Aragón porque sabían que, por donde él pasaba, su nombre quedaba grabado en la mente de todos los combatientes. Todos lo consideraban una especie de Ghandi.

Aquel 20 de Noviembre fue funesto para la República. Fue como si todo hubiese estado planeado. Cuando Madrid estaba en franca retirada, tuvo que ir él con sus fuerzas a contener la avalancha fascista, que estaba más dentro de Madrid que en las trincheras. Y él lo sabía, y por eso lo eliminaron, porque conocía donde estaba el mal de Madrid. Mientras, en Aragón defendíamos las trincheras con fusiles antiguos de la guerra del 14 y con bombas de mano. Nuestros jefes no hacían más que pedir armas para contratacar y restar fuerzas a Madrid, pero siempre fueron negadas.

30.12.07

32

A mí me destinaron de ayudante de un chófer catalán, de Barcelona, un tal Blasco. Con que el primer viaje que hice fue de Samper a la estación de la Puebla de Híjar. Momentos después, me dice: "Coge el volante. Mira, esto es el cambio. Aquí está la primera, aquí la segunda, y así sucesivamente. Para cambiar de largas a cortas, dos tiempos. Y, entre medio, acelera."

Así que, cuando iba cargado, conducía él, y cuando de vacío, yo. Hasta que, a los pocos días, un retroceso de la manivela le rompió la muñeca, y fue ingresado al hospital.
Después me destinaron con un tal Nebot, de Caldes de Montbui, con un Belford. Fui varios días con él, hasta que un día le dije que me lo dejara, y me contestó: "Yo no lo dejo ni a mi padre". Pero va que un día, viniendo de Lécera, al pararnos al control, se paró el camión. Quería que fuese yo a buscar un mecánico en Lécera, y yo me negué, pues eran las tantas de la noche, y fue él. Con que levanté el capó, me puse a mirar por allí, y vi que un cable que unía la bobina estaba flojo. Lo apreté, subí al camión, probé, y se puso en marcha. Yo, sin esperar, me fui a la base. Cuando llegó él ya era de día, y armó un revuelo que no quieras saber. Pero cuando expliqué lo que había pasado, cambió la cosa.




Foto: Manolo Comas (izquierda) y Blasco (derecha), Híjar, 20 de Agosto de 1937.

28.12.07

31

Y sin más, dijo: -"El Jefe del grupo será el capitán. Yo y otro, tenientes. Tu y otro, sargentos." Yo me quedé de piedra.
Entonces, le dije: -"¿Con quién lo habéis consultado?"
-"Oh," -dice-"lo hemos dispuesto así."

Yo sabía que, para la guerra, no me merecían confianza. Ni siquiera conocían un arma. En cambio, yo era tirador de primera de ametralladora y fusil. Y conocía muy bien la pistola y morteros que teníamos en la compañía cuando estaba en la mili. Y sabía que, ellos, los conocimientos guerreros eran nulos. Así que aquella noche no dormí.

Al día siguiente, fui abajo al pueblo de Híjar, y estaba mi primo Mariano Estruga, y le planteé la situación. Y ya me dijo que no me moviera. Fui fuera a recoger mis cosas y a despedirme. El disgusto del grupo en general fue mayúsculo.

Así que ingresé en el Cuerpo de Tren de la 25ª División. Con que me pusieron como engrasador de coches, y yo no tenía ni puñetera idea de lo que era un coche. Con que formaron un grupo con un coche taller, e íbamos por los pueblos de las avanzadillas que ocupaba la 25ª División.
Yo repartía grasa por todas partes. Había veces que engrasaba hasta los tornillos. Entonces, nos trasladaron a Samper de Calanda, y el coche taller se deshizo, pasando a taller fijo.

27.12.07

30

Para Sitges, fue un gran acontecimiento nuestra llegada. Todos nos acogían con muy buena voluntad. Resulta que el italiano Bruno Castaldi vivía allí, que tenía una fábrica de calzado, zapatos de piel de alta calidad, de modo que, con poco dinero, nos calzamos todos. Las mujeres nos miraban con mucha estima. Había una señora soltera de unos cuarenta años, dueña de estanco de los mejores de Sitges, que estaba perdida por mí. Fuimos a bailar a Vilanova de Geltrú, y no sabíamos ni el uno ni el otro; éramos el hazmerreír.

Organizaron un festival tipo charla, haciendo mención al alto espíritu de lucha y tesón que habíamos ejercido a forma de homenaje. Lo organizó el Comité del Pueblo, con invitados. Estaba Salvador de Madariaga, Eduardo Zamacois y otros que no recuerdo, porque la mente no la tenía muy clara. Resulta que algunos tenían que hablar, pero sólo pudieron dar las gracias, y despedirnos cantando canciones vascas que, a pesar de que íbamos cargados, nos salieron bastante bien, y fuimos muy aplaudidos; incluso nos hicieron repetir algunas canciones. Era un teatro grande, y había un lleno completo.

También nos hicieron otro homenaje en el Hotel Mirar, con un banquete. En este hotel no lo frecuentaban más que ex-ministros, como Lerroux, Cambó y otros. Decían que allí inventaron el estraperlo.
De regreso, pasamos tres días al pueblo, que también lo pasamos muy bien. Vinimos un gallego, un navaroo y yo; formamos un trío de cantores que acoplábamos muy bien. Por donde íbamos, la gente nos incitaba que cantásemos y nos ovacionaban mucho.

Así que pasamos unas vacaciones la mar de bien. Antes de ir de vacaciones, recibimos el primer pago que nos hicieron, y nos dieron mil pesetas y pico. Yo nunca había tenido mil pesetas en el bolsillo hasta entonces, y me consideraba rico.

Ya de regreso, fuimos a parar a Híjar. Allí nos mandaron a un cabezo. Había un edificio muy grande, y debajo nos mandaron hacer un polvorín muy grande. Allí, designamos al que había sido delegado del grupo, junto con su mujer (que se la trajo). Los destinamos a la cocina, con tan mala suerte, que fue un desastre de lo más grande. Después, me propuso su marido de bajar él a trabajar a la mina, y ella de ayudante mío. No la acepté, y tuvo que marchar del grupo. Entonces me mandaron un gallego del grupo, y aquel chico consideraba que, conmigo en la cocina y él de ayudante mío, la guerra estaba salvada. Con aquella situación, evitaba muchos peligros de la guerra, al no exponerte tanto en primera línea.

Así anduvimos unos cuantos días, hasta que, una noche, el delegado vino donde dormíamos y nos dijo: "¡Hay que reformar el ejército! Ha llegado una orden que dejamos de ser milicianos y pasamos a ser soldados del Ejército de la República."

26.12.07

29

Ante tal espectáculo, volvimos a insistir de dejarlo, pero tuvimos que desistir. Con que las chicas se pusieron a los pies de las otras camas, y nosotros no nos quitamos más que los zapatos y la chaqueta.
No dormimos. A las cuatro ya estábamos en la estación, y dentro del tren, sin salir del asombro de la actitud de aquel buen hombre -o bonifacio, no sé cómo calificarlo-. Con que a las cinco salimos y, al llegar a la ribera de Ribarroja, el agua, o la riada, llegaba hasta cruzar la vía del tren. Cosa que el personal civil, que iba en el tren lleno, pasaron una gran angustia al ver el tren rodeado de agua. Nosotros, los milicianos, tratábamos de calmar al personal hasta que salimos de aquel agobio. El tren andaba que casi ni se movía, hasta que no salimos del agua del río. Aquello era impresionante, ver como las olas del centro subían lo menos dos metros, y a los lados, el reflujo también impresionaba.
Esto ocurría allá al amanecer de primeros del 37. Así que llegamos a las tres de la tarde a Sitges. Y lo primero que hicimos fue ir a la barbería.

25.12.07

28

Después de lo acontecido, nos dieron veinte días de permiso destino a Sitges. Íbamos con unas barbas que, más que otra cosa, parecíamos bandoleros. Con que a las nueve de la noche llegamos a Caspe. Fui a visitar a unos amigos, que con ellos comían los primos hermanos Estruga, que estaban con el cuerpo Tren. Cuando me vieron, no me reconocieron hasta que hablé. Aquella noche decidimos no acostarnos, porque teníamos que salir a las cuatro de la mañana. Fuimos a parar a un bar de la plaza calle del Coso, y encontramos a unos señores ya mayores algo bebidos. Uno de ellos nos dijo que fuésemos a dormir a casa suya. Nosotros, los tres que íbamos, no queríamos de ninguna manera, pero por fin nos arrastró de mala gana. Llegamos a su casa, y lo primero que hizo fue freír una longaniza muy grande para los tres. Comimos un poco y unos tragos. Con que subimos al cuarto y había tres camas, una de matrimonio que dormía con un nene de pecho, y otro mayorcito a una orilla; a la izquierda, una abuela con otro; y a la derecha, una cama con dos mozas, que las hizo levantar para acostarnos nosotros tres.

24.12.07

27

Cuando terminaron de comer, todos me ovacionaron. Me dijeron que era el salvador del grupo. Al día siguiente, viendo que el almacén tenía mucha comida, les hice macarrones a la italiana. Y así sucesivamente, ya no hubo problemas en el grupo. A medida que nos iban conociendo, fue tanto el afecto que nos ofrecieron en aquel pueblo, que cuando marchamos lo sintieron mucho. No faltó más que un chico de allí, hicimos la mili juntos, y su familia tenían fotografías de los dos, a pesar de que él no estaba en el pueblo.

A mediados de Diciembre terminamos la mina, e implantaron la batería de cuatro cañones del 7 y medio, a una distancia de Belchite de unos 800 metros. La boca de salida era de un metro de largo por veinte centímetros de ancho, y el movimiento del cañón oscilaba en todas direcciones dentro de la mina. Así que hay una directa principal y tres brazos que apuntaban a cero en Belchite. Por cierto, que la artillería enemiga tiraba continuamente, y se dijo que un proyectil dio con el agujero, pero yo no tengo constancia. Así que, para las vísperas de Navidad, prepararon una ofensiva a lo grande. Yo estaba entre Almonacid de la Cuba y Belchite, y veía cómo el Monte Lobo vomitaba fuego continuamente, pero con tanta mala sombra que cuando parecía que ya el enemigo se batía en retirada, se pasaron dos capitanes del Estado Mayor, un tal Carrasco y un tal Medrano. Así que a las cuatro de la mañana dieron orden de retirada, con el disgusto general de todos los milicianos.

23.12.07

26

Así iban transcurriendo los días, en medio de un descontento general, por la mala comida que nos daban los cocineros, y tres chicas que les ayudaban a fregar. Hasta que, un día, suministraron 4 o 5 gallinas para hacer un arroz. Pero lo hicieron de tan mala folla, que desbordó el vaso. Cogieron y cortaron un trozo de gallina para cada uno, y, a las 10 de la mañana, pusieron la gallina con el arroz, para comer a la una, que bajábamos de la mina. Claro, se hizo una masa con el arroz, y la gallina estaba cruda. Con que nos sentamos en la mesa, y yo fui de los primeros que me sirvió, y me encaré con el cocinero. Le dije que nos hacía un sabotaje. Entonces, un chico que era de Bilbao (era electricista), lo cogió por el cuello, y, si no se lo sacan, lo mata. Fue entonces que se encararon conmigo, y me pidieron por favor que me hiciese cargo de la cocina. Puse la condición de que ellos me llevarían leña, agua, fregarían, todo lo que pidiese. Entonces, yo les dije que para 35 personas que éramos, me bastaba yo solo, con las tres muchachas de ayudantes. Con que aquel día puse manos a la obra. Hice pelar patatas a todos los aptos, y las chicas friendo. Tenían unas ristras de chorizos, y les puse un palmo para cada uno, dos huevos fritos, y aún tuve tiempo de hacerles café.

22.12.07

25

De modo que nos agregaron a dos mineros de Utrillas, y empezamos la mina con un grupo que no tenían ni puñetera idea. Eran pescadores gallegos, un cura renegado, otro que tenía la carrera de cura a punto de terminar, un camarero que había trabajado en uno de los hoteles de París... y así eran todos. Pero una gente inmejorable. A mí me tenían en muy buen aprecio. Trabajábamos 2 turnos de 12 horas cada uno y, si surgía algo nuevo, dejábamos el sueño, y a lo que venía.

Íbamos a volar alcantarillas, cerca de la línea de fuego del enemigo. Una vez, volamos unas a unos cuarenta metros de un nido de ametralladoras de Belchite. Cada turno tirábamos dos pegas, que minábamos, de 3 a 4 metros. Había veces que se nos estropeaba el compresor, y continuábamos a la maza copla. Trabajábamos como negros, a ver quien podía más.

Por la noche, cuando estábamos en la plaza de Letux, cantábamos canciones norteñas, y se llenaba la plaza de personal civil, que venían a oírnos. Había unos cuantos que cantaban muy bien, y yo acoplaba con ellos la mar de bien. A mí me llamaban el de las Columbianas, que era lo que aprendí en la mili. No sé si por el miedo o por qué, el caso es que lo hacíamos muy bien, y por aquel terreno no conocían aquel sistema de cantar de monte.




Imagen: Combate casa a casa en Belchite (Septiembre,1937). Autor: Agustí Centelles.

24

Al día siguiente fuimos a lavarnos al río, porque no tenían agua en casa más que para beber. En el río había unas mujeres lavando. Fuimos con un compañero para que nos dejasen el jabón para lavarnos, y nos lo negaron. Mi compañero les dijo que prefería lavarse con un canto antes que recibir un favor de un fascista.

Después nombraron un cocinero y un ayudante, que no tenían ni puñetera idea de la cocina. También nos mandaron un italiano, que decían que había emigrado de Italia por sus ideas libertarias (no era mal elemento).
El segundo día nos mandaron al Cabezo del Lobo,en Belchite, que estaba ocupado por los fascistas. Nuestro grupo iba cargado con picos y palas, y así como conquistaban un palmo, nosotros hacíamos un hoyo detrás. Pasamos toda la noche con intercambios de tiroteos de fusil, ametralladoras y bombas de mano. Al amanecer, apareció una avioneta que conocía mucho el terreno. Dio unas cuantas batidas por allí, y se rindieron luego. Sin descansar, por la noche, nos mandaron atrincherar toda la cúspide del Cabezo Lobo. El terreno era piedra viva, que picabas y saltaba el pico. Al día siguiente, decidieron construir una mina de ciento y pico de metros, con tres brazos más para emplazar una batería del 7,50.

20.12.07

23

En seguida nos dimos cuenta de que aquella gente era mucho más culta que el resto de la Centuria, y empezamos a convivir. Se hacían muy agradables por su sinceridad en el trato. A los pocos días, nos comunicaron del alto mando que teníamos que marchar 30 unidades al frente, en especial del Norte, y sólo eran 25. Para completar el grupo, nos agregamos los 4 delegados de la Centuria, y dejamos la Centuria en blanco. Nos montaron en un autocar, y, antes de arrancar, nombraron un nuevo delegado, y me nombraron a mí. Pero yo no acepté, porque escribía muy mal. Se me ocurrió nombrar a uno de Maella, que lo consideraba muy inteligente porque tenía muy buena letra en la escritura. Pero me equivoqué, porque era más corto que las mangas de un chaleco.

Llegamos a Letux a media noche, y fueron distribuyéndonos por las casas. A mí me tocó una casa de payés que tenía 5 hijos y una abuela. A mí me asignaron la de la abuela, que dormía con un nene pequeño. Pasaron al nene pequeño a la cama del matrimonio. Además, tenían otro niño de pecho. La abuela se acostó con la hija mayor, de unos 17 años. Entonces, renuncié y me fui a dormir al pajar con dos hijos más, en un sitio muy reducido, y con dos bueyes que no nos dejaron dormir.

19.12.07

22

Después de aquellos acontecimientos, Caspe quedó más tranquilo, a pesar de que sufrió mucho en la toma de la ciudad. Por cierto, el capitán de la Guardia Civil, Negrete, implantó un terror mucho peor que el de la Brigada de la Muerte. Las fuerzas de la República entraron por la calle del Coso, la del Cuartel y la de la estación, y el grueso de las fuerzas de Negrete las tenía en la calle del Coso. Y después de un fuerte tiroteo, saltó el capitán la barrera, llevándose a la viuda de la Torre por delante, para protegerse del enemigo, con la pistola en la mano tirando tiros. Pero, en décimas de segundo, le hicieron señas (a la viuda) que se agachase, y un militante de la FAI, que era muy pequeño, le pegó un tiro con fusil y le levantó la tapa de los sesos. Entonces ya se rindieron enseguida, y la mayor parte de Aragón hasta el frente de Belchite, que nos costó mucho esfuerzo conquistar toda la ancha franja. Allí en Caspe, al desparecer la Brigada de la Muerte, continuaba todo como normalmente, sólo que había una cantidad de milicianos que esperábamos la armas, que era desesperante. Todos queríamos ir al frente, que aquello se consideraba retaguardia.
Fue para primeros de Agosto que vino un grupo de personal venido de las retiradas del Norte, y los agregamos a nuestra centuria, que se titulaba "Aguiluchos Feroces", aunque de feroces no teníamos nada.

18.12.07

21

El Teatro Goya estaba hasta los topes. Y, sin más, a la que nos dimos cuenta, estábamos rodeados de ametralladoras, fusiles ametralladores y naranjeros, en plan de hacer fuego por todas las salidas. Pero, a pesar de estar lleno, la gente iba y venía y, al entrar, quedaban sorprendidos. Y fue entonces cuando, acto seguido, la mayoría de delegados nos personamos con Antonio Ortiz, que era el jefe de la Columna; y cuando le expusimos los hechos, se quedó que no lo quería creer. Fue entonces cuando empezó a decir que lo habían engañado, que habían dado una mala imagen y una difamación que atravesaba las fronteras.

Lo del Teatro Goya no acabó en masacre porque había varios hombres que estaban bregados en los sindicatos de Barcelona, y actuaron con tanta cautela, que los rodearon, y tuvieron que entregar las armas. Ya desde entonces, se deshizo. Yo no sé lo valientes que eran; sólo sé que eran unos hombres que, el que menos, medía 1,80 metros, con sombrero negro y el traje también, y la calavera al sombrero y las siglas de la FAI debajo. Por cierto, que en el grupo que estaba yo, nos agregaron a los dos, y no los aceptamos de ninguna manera.

17.12.07

20

Yo no hacía más que apoyar las versiones de Manolo, que nunca podía ponerme a su altura en ningún concepto. Incluso una vez terminada la entrevista convenimos que nunca haríamos mención de tal asunto. Pero me enteré que en el pueblo había algunos que lo sabían, pero mal informados. Si aquella lista hubiera llegado a las manos de aquellos desalmados, las consecuencias habrían sido fatales para el pueblo.

La disolución de la Brigada de la Muerte vino a consecuencia de un caso muy curioso, en Caspe. Resulta que en el Teatro Goya organizaron un mitin para las 8 de la tarde -no recuerdo el nombre del orador, pero siempre he recordado el tema-. Se titulaba "La Araña Negra", y versaba sobre las cualidades del cura en el confesionario; un macho poco trabajado, bien comido, muy preparado inteligentemente, recibía a la hembra en la oscuridad, recibiendo el aliento bien perfumado, tocándole la boca, con las manos cogidas y suaves de los masajes, las ropas suaves y limpias, frases preparadas de antemano, y las mujeres ingenuas, y algunas veces intencionadas, no podían resistir la tentación; y viene que confunden la fe con el sexo, y caen en la trampa de la que no pueden deshacerse.

16.12.07

19

La inmensa mayoría de los milicianos los mirábamos con desprecio y con recelo, porque veíamos que era gente depravada del Barrio Chino de Barcelona, eran invertidos, maleantes, atracadores y chorizos de primera mena, que se habían aprovechado de la revuelta, y se pasaron de la raya. Iban armados hasta los dientes, con naranjeros, pistolas del nueve largo, cuchillo al cinto y bombas de mano. Se tildaban "el terror de la FAI", pero lo que eran era bandoleros y terroristas.

Hasta que el jefe de la columna, Antonio Ortiz, se dio cuenta que el prestigio que había adquirido como idealista, estos se lo tiraban por los suelos. Los pueblos de alrededor estaban aterrorizados, y en Mequinenza tuvimos suerte, porque un individuo del pueblo presentó una lista con treinta nombres del pueblo como fascistas. Pero los jefes de la Columna Ortiz nos llamaron a los dos delegados, que eramos Manuel Rodes (el Pando) y yo, como delegado del grupo "Luz y Vida" y el del Pando era el grupo "Mequinenza". Y nos responsabilizamos nosotros diciendo que en el pueblo no había fascistas. Gracias a Manolo el Pando, que era una persona de lo más sensata del pueblo y supo desenvolverse muy bien.

15.12.07

18

Llegamos a Caspe, y francamente, me costó asimilar lo que era una Revolución en todo el sentido de la palabra.
Cuando fui a alistarme, la primera cosa que hicieron fue hacerme delegado del grupo; no sé si fue porque encabezaba una nueva lista, o porque era recién hecha la mili. El caso es que me dieron una leva de 25 hombres que yo no conocía a ninguno. Yo, que estaba acostumbrado a la disciplina del Cuartel y veía todo aquello, me descomponía. Como no había control de nada, se hacían abusos de todas las especies. Cada día iban a pedir ropa. Los más tragones comían el primer turno en un comedor, e iban corriendo al segundo turno de otro comedor para repetir, a pesar de que nos daban la suficiente comida. Pero eso no era lo peor.

Resulta que había formado un grupo llamado "La Brigada de la Muerte", que de Brigada tendrían mucho, pero de muerte... Era la que aplicaban yendo por los pueblos recogiendo los chivatazos que les daban otros desalmados, que sin ideal y con malos sentimientos, les entregaban listas, que en su pueblo había tantos fascistas. Y ellos se lanzaban como aves de rapiña y, con unos modos depravados que eran, se lanzaban provocando el terror y la muerte sin miramientos, que, en muchos casos, fueron víctimas de odios personales.

17

Al día siguiente hubo noticias de que había muerto el Capitán Negrete, y Caspe se había rendido a las fuerzas de la Columna Ortiz, que después quedó como la 25 División.
Ya en el pueblo, a los que estábamos incluidos en las quintas nos hacían hacer guardia al pueblo; yo estaba preocupado porque teníamos la "garba" a medio trillar, y mis padres no podían ir, porque mi hermano estaba accidentado, pues le pilló el carro, que volcó y le hizo bastante mal. Ya algo mejorado, decidieron ir a trillar, y fue a ayudarles Andrés (Andrés de Curalotodo), que era muy amigo de mi hermano Joaquín.

Con tantos acontecimientos e ideas confusas, y el arradio no hacía más que llamar las quintas, nos reunimos los afectados (los quintos), y decidimos por unanimidad marchar al frente. Con que fuimos al Comité, y nos recibieron con mil amenazas y que moriríamos; con que con una ventena que éramos, me quedé sólo yo, y el hijo del Caminero, que era sastre y cojo. Con que al día siguiente partimos con un camión pequeño que tenían los Algueró, que hacía de Correo a la Estación de Fabara y a Caspe.

13.12.07

16

Aquel mismo día fuimos a incorporarnos a la Columna Durruti, que se había acampado en Bujaraloz. Pero nos hizo volver para el pueblo. Fuimos con un camión de Algueró conducido por el Dotriné, que a duras penas hicimos el viaje con mucha suerte. En Fraga, nos hicieron ir a la cárcel y requisar todos los colchones para blindar los camiones de las fuerzas que subían para la Columna Durruti.

Al día siguiente, hicimos otra salida; contadas las armas que poseímos, con escopetas de todos los calibres y los pocos fusiles de los Guardias Civiles y el fusil ametrallador, fuimos a liberar Fabara, que aún estaban con los fascistas. Íbamos dos camiones cargados de personal, y nos dirigía el que era Guardia y Comandante del pueblo, que se adhirió a las fuerzas de la República. Antes de llegar, desplegamos todos en una gran explanada. Y tan pronto vieron nuestras cabezas, toda Fabara, con banderas blancas y las manos en alto, se rindieron. Por cierto, que nos hicieron un recibimiento muy afectuoso, invitándonos a comer y beber más de lo que quisimos.

12.12.07

15.- El golpe

Mientras, las cosas parecía que marchaban bastante bien, y me dediqué con las tierras, e íbamos bastante bien. Pero vino el "nefasto 19 de Julio". Con que yo, recién cumplido de la mili. El Estado no hacía más que lanzar proclamas que nos incorporáramos al Ejército. Formaron el Comité Revolucionario, y a nosotros nos pusieron a sus órdenes; por cierto, que no me simpatizaba nada; y se pasaba unos días de incertidumbre, más por la presión del Comité sobre los que consideraban fascistas . Y fue entonces cuando mataron a Fostigueras y mosen Juan, un mosen que ya no se tenía derecho. Mequinenza fue el único pueblo que quedó con las fuerzas de la República.

En los primeros días hubo noticias del Capitán Negrete, que en Caspe hizo las mil barbaridades, matando a mansalva, entre ellos tres conocidos míos: Agustín Aguilar, comerciante de ultramarinos, que era donde compraba, y se llevaba muy bien conmigo; el sr. Barrechina, otro comerciante; y el dueño del Hotel La Torre, todos ellos sin antecedentes políticos de ninguna clase. Fue entonces que, estando encarnizado como estaba, se dispuso a bajar a por los mineros de Mequinenza; entonces, el pueblo entero, con escopetas y los fusiles de la Guardia Civil y un fusil ametrallador que tenían los Civiles; también se dinamitaron los puentes hasta la Porchina, y cubríamos toda la cuesta de la Pedra Bonica. En vanguardia, el fusil ametrallador. Estuvimos esperando toda la noche, pero, al llegar a Fabara, le dijeron que le esperábamos, y se volvió. Así me lo explicó el chófer que llevaba, que estuvo conmigo, Florentín Marco Albiac (el Baldrufero).

11.12.07

14

Hasta que un día, y con las narices hinchadas, le dije: "¡Ya no aguanto más, y me voy a la Compañía!". Entonces, me llamó aparte, y me explicó que el Capitán me quería en la compañía para hacerme Cabo tirador de 1ª, y fue entonces que me dijo: "Pero ahora soy yo el que no quiero que te marches".

Y me nombró Ranchero Mayor, porque era el que más valía y se podía fiar. Así que éramos ocho, y hacían un día de guardia a la semana para el café, menos yo, que no me calía madrugar. Después, el mismo Capitán me extendió un pase para todas horas extra. Así puede terminar la mili a primeros del 36; de la que tanto jefes como oficiales y suboficiales me tuvieron con un gran aprecio. Con que llegué al pueblo, por Lérida, y suerte tuve que me encontré con el oncle Toni y su hijo Antonio, y me invitaron a comer. Y bajé con ellos; y llegué con dos pesetas en el bolsillo.

Ya en el pueblo, me consideraba otra persona. Creía que me podía equiparar con cualquiera, y no tenía complejos. Incluso cuando la cuadrilla tenía que organizar alguna comida o fiesta, siempre tenía que ir yo por delante.

10.12.07

13

Yo aprendí a leer al lado de mi padre, pero nunca fui a la escuela. Quedé asombrado al darme cuenta de la calidad de la gente que se incorporaron a mi reemplazo, con una mentalidad semisalvaje. Les hablabas y no sabían responder. Eran andaluces, extremeños, de Castilla y vascos; estos últimos no conocían más que el vasco, y no había manera de entenderlos. Yo estaba en ametralladoras, y llevaba un mulero que me ponía negro. Decían: "¡Izquierda!", y él para adelante. "¡Media vuelta!", y él para adelante. Tenía que cogerle del cinturón y encararle para donde tenía que ir.
Después de la instrucción, viendo que la situación de mi casa económicamente no era muy buena, me apunté para cocinero. Pero cometí una torpeza, porque en el patio de la instrucción fui tirador de primera, tanto en mosquetón como en ametralladora; y, claro está, en la mili son los más bien mirados. Pero, mientras, ya me habían dado el puesto de cocinero. Entonces, el capitán de la compañía hizo todo lo posible para que me aburriera y volviese a la compañía. Con que todas las torpezas que cometían los demás acababan en broncas para mí por el Cocinero Director, que era un paisano del oficio.

9.12.07

12

No sé los días que estuve, pero sólo sé que reuní 15 duros, y me figuraba que era rico; con que ya teníamos preparado con mi tío Santiago que iríamos a Barcelona al terminar, y así fue. Fuimos a parar en casa de unos amigos de mi tío, llamados de la Serosa, y al día siguiente fui en busca de mi primo Antonio Estruga, que ya me había invitado varias veces. Aquella noche me llevó a la Criolla, y allí me enseñó lo que eran los maricas, cosa que ignoraba por completo. Veía cómo bailaban, y él me decía: "¿Ves aquel? Pues es marica. Es macho." Pero francamente tengo que manifestar que era un ignorante.

Después vino la mili. Fuimos ocho del primer reemplazo, e íbamos todos en cuadrilla. Y me di cuenta que, aunque me consideraba ignorante, veía que los demás eran peores que yo. Me daba la impresión que parecíamos una manada de borregos. Estuvimos una semana en Zaragoza, y entre familiares y amigos, había reunido 250 pts. Y cada día nos teníamos que presentar en Capitanía en la Arrabal, y nos daban dos pesetas para la manutención, y pagábamos ocho de comer y dormir.

Por fin me destinan a Huesca; llegamos a las 11 de la noche; con que nos pusieron en una hilera y nos dijeron: "¡Los que sepan leer, que den un paso al frente!". Y de cerca de quinientos, no pasarían más de 150.

8.12.07

11

En el 32, el pueblo que más lejos había estado fue Caspe y Fraga, que iba a vender carbón con las caballerías. Particularmente a Caspe había hecho una cantidad de viajes enorme; casi me conocía todo Caspe. Veía el tren, pero no había subido nunca. Y en coche, una vez que fui a Masalcoreig.

Aquel mismo año habíamos perdido la uva, y decidí ir a la vendimia. Con que lo hablé con mi tío Santiago y dos más, y fuimos para allá. Nos fuimos a Fayón, y tiro; fue tanta la emoción que por el terreno hicimos el recorrido en el exterior del tren, al final del vagón. Con que llegamos a Martorell, y parecíamos mineros, del humo. Llegamos a las tantas de la noche. Y después, con la maleta al hombro hasta Esparreguera, que hay 15 km. lo mínimo; y al día siguiente a recoger la uva. Ganábamos 8 pts. como jornal especial, y cena sin pan, pero vino, tanto como queríamos. A mediodía nos daban aceite.


Foto: Manolo Comas (en primer plano, a la derecha) y familia en el campo, en Mequinenza, hacia 1931.

7.12.07

10

Otro caso muy chocante ocurrió allá en el año en que vino la República (yo tendría 17 años, y como era un bonifacio no me enteraba de nada). Resulta que había un secretario en el Ayuntamiento, que era amo y señor, y hacía lo que le daba la gana; y entonces vinieron las elecciones y entró un alcalde, que decía que tenía una "mano negra" y que limpiaría el Ayuntamiento. Pasó el tiempo, y todo seguía igual.
Los trabajadores que lo habían votado se cansaron de esperar las promesas que no venían, y un domingo se armó la marimorena. Resulta que en el campo de fútbol las Rías había un partido de rivalidad de peñas o forasteros. El caso es que estaba toda la juventud, y pasó un hombre de grupo en grupo, indicándonos que a las 7 fuéramos a la plaza del Ayuntamiento. Recuerdo que estaban mi tío José y toda la familia, que habían venido de Francia. Con que empezaron a dar gritos de "Fuera el alcalde y el Secretario", y estaba todo el pueblo en la plaza. Entonces se ve que algún chivato fue a buscar a la Guardia Civil, y se pusieron a la puerta del Ayuntamiento. Y fue tanto el griterío, que cargaron los fusiles, dispuestos a hacer fuego, y en un abrir y cerrar de ojos, no quedó nadie en la plaza, más que Estebe Cholina y otro que estaban detrás de ellos por si las moscas. Pero en la plaza no quedó nadie más que mi tío José, que increpaba a la gente diciendo: "¿Dónde están 'los collons' de los mequinenzanos, que tantas veces se habían demostrado?". Después dimitió y no pasó nada. Se hizo cargo de la alcaldía el segundo, que era José Fornos, del comercio de ropa.



Foto: Manolo Comas (izquierda) con su primo José Estruga (derecha), hacia 1927.

6.12.07

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Mequinenza siempre se ha distinguido por tendencias izquierdistas. Recuerdo una frase que no olvidaré nunca. Cuando fui a la mili, al tomarme la afiliación, me dijo el brigada: "¡Usted es de tendencias izquierdistas!". Yo, que era un bonifacio, no supe que contestar, y ni casi entendí la frase. Después me volvió a repetir que mis antepasados eran revolucionarios de izquierda.

Caso curioso el de Mequinenza, que, cuando la Semana Trágica de Barcelona, fue el único pueblo que se revolucionó en solidaridad con los catalanes, que protestaban por la Guerra de África. En Mequinenza había ocho soldados que estaban con permiso indefinido, e impidieron que se incorporasen a Pamplona. Pero, después, denunciaron a Zaragoza la revuelta, y pasó lo peor: hubo una redada de cabecillas, otros tuvieron que marchar del pueblo, y los soldados no tuvieron más remedio que incorporarse a la mili. Esto fue el año 1909, que estaba mi padre entre ellos, que pertenecía a Cazadores de Caballería de Pamplona. Eran de la quinta de 1905, que servían 3 años y estaban de permiso indefinido.

8.7

Después hubo unos hechos que causaron un cierto malestar al pueblo. Nunca se ha sabido la finalidad, pero el hecho dio mucho que hablar.
Es un caso muy especial geográficamente. Nosotros lo ignoramos, pero debió ser un lugar estratégico. Es Valldelesme, que está entre la Vallcorna y Valdurios, un terreno semisalvaje. Desde el principio, parte una cordillera por cada lado, y van a parar al río con un final de 350 m. de altura y una distancia del río de 50 m., que es intransitable. De bajada, la primera: 'La Punta de la Mula'. La segunda, 'La Punta del Macho'. Yo he estado en las dos, e impresiona. Y a este lado, partiendo de la Torre Fostigueres, está Vall de l'Om y Vallesfreises, con dos cabezos con las mismas características. Vall de l'Om, 'Cabezo la Talaya', enfrente mismo que la Punta de la Mula. A Vallesfreises, enfrente mismo, 'La Punta del Mort'. Parece que, tirando una piedra, vayas a llegar de un lado a otro.
Hago mención a estas cuatro puntas, porque los alemanes pusieron una bandera alemana en cada punta de las cordilleras. Estuvieron varios años, y las retiraron cuando la guerra del 36. Se veían a muchos kilómetros de distancia. La Alemania de Hitler causaba respeto por aquel entonces, debido al aspecto belicoso que tenían los alemanes por aquel entonces, con la sed de dominar el mundo.

Llosa tiene unas características muy especiales. Después de las cuatro cordilleras mencionadas anteriormente, a 2 km. de distancia está el Collat, frente a la Lliberola, que parece que se vayan a juntar las dos orillas, haciendo una curva tan cerrada, que no te das cuenta de que pasa el río hasta que estás encima. En la Lliberola hay unos peñascos redondos, cortados verticalmente, de una gran altura, y que los separaba del río por un camino estrecho, hoy inundado de agua.

8.6

Trabajaban sin ton ni son. El Agustín era muy sincero, y tenía la fuerza de un mulo. Hacía verdura y, cuando no le marchaba el motor, con un caldero muy grande pasaba horas haciendo riegos con el cacharro al cuello y un cubo a la mano. Pusieron muchos animales de pluma y granjas de gallinas.
Las relaciones vinieron a menos, a causa de un accidente muy lamentable. En uno de los viajes que realizaba el chef semanalmente, tuvo la mala suerte que, al final de la calle Zaragoza, donde vivía el vecino nuestro de Llosa, quien tenía 3 chicos y una nena, estando jugando la niña, salió corriendo a la calle en el preciso momento en que pasaba el coche, y la mató.
La familia quedó muy desolada; incluso, cuando estábamos en Llosa, y por el otro lado pasaba el coche del chef, con una escopeta del 16 le disparaba al otro lado. A consecuencia de esto, casi dejó de subir.

8.5

Después, empezaron a mandar tractores, motores, caballos, alquilaron varios pares de mulas, que se dedicaban a rellanar las tierras. Había brigadas de hombres de los Monegros, de Fraga y de otros pueblos, que iban cavando todo el soto de la ribera, de una longitud de unos 10 km.
Rellanaron una gran cantidad de hectáreas e hicieron una planta de árboles diversos de muy buena calidad. También usaron una plantación muy especial. Plantaron olivos arbequinos, alternados con almendros del desmayo y, en medio, viña clase macabeo. Abonaron mucho el terreno, y les dio un resultado fabuloso; cuando los olivos empezaron a rendir, la viña y los almendros ya llevaban de mucho antes produciendo. Muchas veces también traían mujeres, que pasaban la mayor parte de la vida nadando. Nadaban tres o cuatro kilómetros río abajo, desnudas a pelo; armaban una algarabía que no había quien les entendiese.
Una vez, vinieron a segar con una máquina engabelladora, delante de lo nuestro. Tenían un campo de avena muy majo. Vino el Gustavo con un caballo loco. Enganchan el caballo y, al oír el ruido de la máquina, echa a correr, se desengancha de la máquina, y la máquina y Gustavo fueron a parar al río. Suerte que había poca profundidad, y pudo salir bien.

8.4

Después de una pausa de unos años de quietud, donde sólo habitaba un gran rebaño de cabras cuidadas por un señor llamado Conrado, que pesaba 130 kg., y no se movía del camino y las cabras campaban por su cuenta, conducidas por un perro pastor muy inteligente. No tenía más que indicarle "ves a recoger el ganado", y el perro puntualmente lo recogía.
Así transcurrieron unos años, y un día, el pastor Conrado nos llamó para despedirse, que se iba a Bujaraloz; que se había vendido la Vallcorna y las 700 hectáreas.
Así, de la noche a la mañana, nos despertaron con unos bufidos de trombón malsonantes y unos redobles de tambor malsonantes y destemplados. En el claror de la luna, pudimos distinguir tres hombres con caballos que se paseaban y andaban de juerga.

A los dos o tres días, pasaron a hacer las presentaciones. Uno dijo que su tío el chef, alemán y director de la fábrica de Flix, lo había comprado todo, y que tenía pretensiones de hacer muchas inversiones, incluso ponernos el riego a Llosa a todo el vecindario. Pasaban a comprarnos vino, y mi padre les invitaba, como era de costumbre en aquellos tiempos, y marchaban la mar de contentos.
El que era como jefe se llamaba Agustín, y otro Gustavo. Después nos presentaron a su tío el chef, que era un hombre muy amable y hablaba muy bien el castellano. La mayor parte del vino nos lo compraba a nosotros.

8.3

Una vez, se dio un caso muy singular. Cargaron el barco de trigo para Tortosa y, al llegar a la Lliberola, que está a media hora andando, perdió la serva del timón y desapareció bajo el agua. Creo que se salvó un peón cogido de un remo.
El río hace una curva cerrada y baja con mucha pendiente. Yo lo miraba muchas veces cuando bajaba crecido, y causaba pánico ver las olas de metro y medio de altas, y como se desviasen de ellas, eran caput. Tenían que remar a tope para salvar las olas. De toda la canal del Ebro navegable, era a la que más miedo tenían los navegantes.
Durante varias generaciones, la finalidad de la Vallcorna era el punto de partida o centro de acollida entre los Monegros y la canal del Ebro. Los llauts subían por el río por etapas de unos veintitantos kilómetros diarios. Salían de Mequinenza río arriba hasta Zaragoza, y pernoctaban la noche en la Vallcorna. Y así subían toda la canal del río.

8.2

Al poco tiempo, se hablaba mucho de una gran sequía. Que no llovía en muchos años, y se perdían las cosechas, se secaban los almendros y los pinos, y no había agua por las balsas. Nosotros pasábamos la vida en Llosa, que al lado del río siempre teníamos vida: la viña, la pesca, la caza, y mil cosas que siempre había que comer al sot [la huerta].
De la noche a la mañana, se corría el rumor de que habían vendido la Vallcorna, la finca del otro lado del río Ebro. La Vallcorna, una finca de seis o setecientas hectáreas. El edificio, construido a la orilla del río, era de grandes dimensiones. Tenía varios departamentos para poner el grano, que les llamaban algurines, que estaban destinados para almacenar el grano que bajaban con carros por la val, desde Peñalba, Candasnos, Bujaraloz y las comarcas del contorno. Decía mi abuela que a veces se juntaban diez o doce carros, o más. Un poco más arriba de la casa, había, o aún existen, unas grandes cuadras y pajares, donde campaban para reponerse. Comer, comían en unos salones muy grandes, con una cocina y el fuego al medio, y una olla o caldero muy grande colgado de tres hierros. Allí se juntaba muchísima gente, porque subían los barqueros con los llauts, y tenían que esperar turno para cargar el grano por orden riguroso. Había unos masoveros o administradores que lo controlaban todo.

8.1

En la época de la Guerra del 14, Mequinenza sufrió un transformación muy importante, debido al impulso que tomó el carbón de ámbito nacional.
La inmensa mayoría trabajaba en las minas, y el que no, tenía gente de los pueblos de alrededor, que venían para toda la semana, y dormían en pajares o donde podían instalarse, pagando una cantidad mísera, pero que ayudaba a vivir.
Los más expertos, o decididos, supieron sacar provecho de la situación. Pusieron bares, casas de juegos; algunos se arruinaron. Otros se hicieron ricos. En los bares había gramolas, máquinas tragaperras, y programaban películas mudas, donde pagaban 10 céntimos.
También había mujeres de la vida o camareras. Con las mesas de juego (el monte, la brisca y otros juegos de embite estaban en todos los cafés), los más favorecidos fueron los cafeteros, porque los departamentos de juego eran cuartos aislados y cerrados, para que no entrase ninguna autoridad.
A Mequinenza le llamaban la capital de la comarca o la pequeña Texas. El pueblo era un bullicio de gente de todos los pelajes.
Pero se acabó la guerra, y desapareció todo por encanto. Continuaron los locales, pero la gente tuvo que marchar; muchos a Cataluña, y la mayoría a Barcelona; que, por cierto, muchos se abrieron camino allí.

8

Aún existe la Cova, que es donde los veranos iba la gente a poner el agua a la fresca. La mayoría de los vecinos tenía un pequeño puesto en propiedad para poner el agua. La llevaban por la mañana, y a mediodía iban a buscarla. En verano corre un aire fresco muy agradable; al final, hay un pozo que sube para arriba, que, según los antepasados, comunicaba con el Pou de la Maneta, que está a la falda de la sierra del Castillo. Según versiones, trataban de infiltrarse por allí para el asalto, cosa que también les fue imposible; tanto la vertiente de la Sierra del Ebro como de la Plana estaban llenas de bombas sin explotar y cascos de metralla. Incluso en la Plana nuestra he encontrado muchas y de diversos tamaños.

Mequinenza ha sido una localidad que siempre ha sobresalido de los demás pueblos, en guerras y en modernismo; yo recuerdo vagamente cuando la Guerra del 14, yo era un crío, que por todas las casas del pueblo había 5 o 6 mineros que dormían en los pajares de todas las casas. Trabajaban toda la semana, y el domingo se iban a casa hasta el lunes, pero cuando llegó el 18 que se terminó la guerra, dió un bajón grande las minas, que quedaron reducidas a casi nada; mucha gente tuvo que marchar, particularmente gente joven, tanto hombres como mujeres. Algunos ya se afincaron allí y no han vuelto nunca más de no ser de visita; después, cuando la 2ª República, volvieron muchos y ya no se movieron jamás.

4.12.07

7

Entonces lo trasladaron a Caspe, para que decidieran sobre él; pero cuando llegaron a los enllosados de Serafín, que había un bosque de pinos intransitable, le aplicaron la ley de fuga. Simularon que se escapaba. Entonces ya les quedó el campo libre al matar a Pablet, y al día siguiente, antes de amanecer, que ya los tenían en Capilla, bajó un piquete del Castillo, y a la primera descarga los mataron en la Batería, que era detrás del Cuartel de la Guardia Civil; pero entonces no había casas. La última casa del pueblo era la del Pacal, y, con el portal en que tenían el corral, quedaba cerrado el pueblo cuando se hacía de noche. En el Castillo había una guarnición militar, y lo tenían rodeado de cañones de gran alcance, del 15 1/2 y 7 1/2. También tenían muchos morteros. En las cordilleras de piedra, que eran varias, hacían guardia los centinelas, y cada cuarto de hora llamaban :"¡Centinela alerta...!".

El pueblo por aquel entonces, cuando hacían la última barcada, quedaba cerrado por todas partes; la entrada de Ribé, Ebro aguas arriba, que cerraba una muralla que bajaba del Castillo, aún hay vestigios o ruinas. Y el cementerio que había donde estaba la Cooperativa o la Fábrica de Regaliz. Por la otra parte, estaba el Roquisal con el Fortí, que aún se ven las paredes, que de allí dominaban toda la ribera del Segre.

6

Y al volver al punto del siniestro, se dieron cuenta que faltaba un guardia. Entonces les entró el pánico, porque sabían que el guardia conocía al alguacil. Y empezaron a rastrear. Y pudieron seguirle hasta Vall Comuna. Allí había una cantidad de canutillo fabulosa, y, mirando y rebuscando, se les hizo de noche; fue entonces cuando el guardia se consideró salvado. Si no se hubiesen cegado por el dinero, es probable que no se hubiese sabido nunca quien lo hizo. Pero la avaricia les traicionó. Estuvieron un par de días buscándole por todas partes, pero fue inútil. Les vino la noche encima y se vieron perdidos. Cuando llegaron al pueblo, ya los esperaban, y fueron apresados instantáneamente. Por cierto, que me contaba mi padre que pasó la primera barcada, y mi abuelo se encontró con el alguacil y le preguntó que cómo había ido la cacería. Y respondió: “Un conejo y dos perdices”. Pero su aspecto era deplorable, de conforme andaba con los pantalones rotos, sucio y demacrado, que a mi abuelo le dió mala espina.

Detenidos los tres, les juzgaron por lo militar, y, sin defensa siquiera, los sentenciaron a Pena de Muerte. Pero se dió la circunstancia de que uno de ellos se apellidaba Borbón, que era el apellido del Rey, y por eso no lo podía matar, y si no mataban a uno, tampoco podían matar a los demás.

2.12.07

5

Caso curioso, que a este camino en especial, Las Planetas y Vall Comuna, siempre se le ha tenido un respeto, o temor por los acontecimientos que ocurrieron allá por los 80 del siglo XIX. Yo, por las circunstancias de los malos años, tuve que pasar muchas veces cuando volvíamos de vender carbón en Caspe, y al pasar por las dos piedras en que estaban inscritas la cruz y las flechas, siempre las miraba con algo de reparo.

Mi padre me lo explicó infinidad de veces. Según él, había una cantidad de bosque intransitable; y aquel año, los que lo mataron, a su manera, lo llevaron bien estudiado. Fue un año que recaudaron mucho, y como uno de ellos era alguacil, sabía más o menos la cantidad que llevaban.El alguacil, junto con un tal el corredor y un tal “Pablet”, prepararon la emboscada al final del término. Con una descarga cerrada, le dieron al recaudador y a los dos guardias. Pero la avaricia le cegó y tuvo un final catastrófico. La primera cosa que hicieron fue esconder el dinero.

1.12.07

4


Entonces, los caminos eran de herradura, no había carros. Se usaban lo que llaman “dreseras”, una especie de pasos que muchos no sabían. Los ríos eran un obstáculo muy importante, de muy difícil de atravesar. En Mequinenza había tres puntos clave, que llamaban vados. Uno estaba en La Canota, otro las M.M., y otro, que era el más importante, el vado de los contrabandistas. En esta ruta, bajaban de Los Monegros ladeando la Lliberola o La Vallcorna, y, protegidos por la cordillera del Collado, que se adentra en forma de lengua hasta la Lliberola; una vez cruzado el río, subían ladeándolo y se adentraban por el Barranco Gran siguiendo las caídas de Valles Fleises y Vall de l'Om bajando por la Punta Plana, pasando por el del Satué y la Basa En Plasa. Este camino iba de Norte a Sur.


También había un camino que salía del pueblo, y le llamaban Camino Real, que iba de Mequinenza a Caspe, e iba todo recto. Muchos trozos estaba empedrado. Subía por la Cuesta Caspe y seguía las siguientes partidas: Collada Roja, Creveta, Vall de Musots, Carrascas, Valllasierra, subía la Cuesta de los Barrenos en Vallmajor y seguía por la Planetas hasta Vall Comuna (aquí es donde mataron a los recaudadores) subiendo hasta el Castellet y bajando por Vall de Piles hasta el Pino Conejete, después, ladeaba la Herradura y salía a la Rebalsa (allí pasaba cerca de la vía del tren) subiendo por la cuesta Civil, que yo ya la conocí carretera hasta Caspe (unos cuantos kilómetros).