Así que empezamos la ofensiva. Después de la última reunión, acordamos citar a los asociados y, después de debatir todos los acuerdos y pasar a ruegos y preguntas, el Presidente dice:
- "Bueno, si nadie tiene nada que decir, vamos a levantar la sesión".
-"¡Yo tengo que decir algo!".
La mayoría quedaron parados.
-"¡Presento la dimisión!".
Y cinco directivos más de los ocho actuales también. Muchos ya estaban sabedores de la causa, y el resto me exigieron que explicase el porqué. Lo primero que expuse fue que en casa del maestro no era el lugar adecuado para las reuniones, y más cuando estaban más interesantes, ya abrían las ventanas y sacudían las mantas. La mayoría no me la aceptaban porque no era suficiente motivo. Y fue entonces cuando tuve que decir que no estábamos conformes con el sistema de contabilidad que llevaba el maestro. Entonces, reaccionó y dijo:
-"Aquí tengo el Balance".
Acto seguido, le respondí yo:
-"¡Esta cuartilla se la ha sacado de la manga, porque nunca puede usted hacer un Balance si antes no se suma el Diario y después pasarlo al Mayor, y comprobar las sumas, y usted no lo ha hecho, y considero que sabrá el delito que esto tiene, con que ¿Quiere apechugar las consecuencias?!".
Entonces, presentó la dimisión, y lo dejó todo a nuestro cargo, con la condición que teníamos que revisar las cuentas.
Después le tocó el turno al Tesorero. Cobraba bastante para que la gente le fuese a pagar a su casa, y guardaba el dinero como si fuese suyo. Entonces le comunicamos de ingresar el dinero al Banco, y la recaudación también.
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