Todos los que hacíamos carbón pernoctábamos en la Herradura, y a la mañana siguiente, a las cuatro de la mañana, nos levantábamos y derecho a Caspe.
Allí empezabas a dar vueltas por las calles, esperando que te llamara una compradora. Discutías el precio, y mirabas de arreglarte. Una vez vendido el carbón, ibas con el alguacil municipal al pesador, pesabas y te daba el resultado. Después cogías el saco y lo subías a la casa a vaciarlo. Una vez terminado, le dabas una pequeña propina al pesador (0,50 céntimos), y contento. Reuníamos unas 45 pesetas más o menos. 50 eran una gran venta.
Después nos íbamos de compras a las tiendas. Comprábamos arroz, judías, bacalao, sopa, fideos extra. Para el camino de vuelta comprábamos un pan, 50 céntimos de salchichón. Y 50 céntimos de caramelos para los pequeños, que se los dabas cuando llegabas a la masía.
En el viaje, empleábamos entre ir y venir un día y medio agotador. Muchos llevaban el carbón a vender a Fraga, Serós y Massalcoreig a cambio de patatas.
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