Las mujeres llevaban muchas faldas, enaguas y refajo. Al cuerpo, un corsé y unos cordones largos y unos gafechs, que los iban apretando hasta que casi no podían ni respirar. Encima, una blusa. Bragas no llevaban.
Usaban una especie de pijama con puntillas y abierto en la entrepierna. Para hacer las necesidades, no tenían más que aclocarse. Y muchas mayores ni eso, "el culo al aire".
Los hombres llevaban calzones, chaleco, blusa y, de calzado, alpargatas con betas negras. Y en invierno, con peales, que hacían las abuelas con unas agujas, hilando la lana. Los chiquillos en verano iban casi todos descalzos, y en invierno mal calzados. La mayoría padecía de sabañones, por el mal calzado. Los pantalones también iban abiertos de la entrepierna, hasta que no eran mayorcitos. Y como llevaban tirantes, cuando tenían necesidades en cualquier sitio les venía bien.
10.12.08
9.12.08
144
Otro caso muy chocante fue el del tío Barberet, que le había dado por no dejar ni a sol ni a sombra al tío Siervo, que era el enterrador del pueblo. Cada vez que se lo encontraba, a cachetes y calvochs, al hombre no lo dejaba vivir. El tío Barberet se colgó del techo, y lo llevaron al cementerio para hacerle la autopsia. Resulta que, cuando uno se cuelga, la mano derecha la levanta para coger la cuerda, y ya se les queda así, tiesa. Con que, al ponerlo en la caja, no contaron con que le sobresalía el brazo. Así que el tío Siervo, empujándole el brazo para cerrar la caja, le decía: "¡Canalla, no`m pegarás més!". Entonces se le escapó la mano, que la tenía rígida, y le dio en las narices. El tío Siervo echó a correr para casa y a los pocos días murió del susto. Por eso quedó la dicha "Que un muerto ha matado a un vivo".
8.12.08
143
En los jóvenes, que salían de noche con una manta al cuello, al no haber luz se creaban una especie de cuadrillas con aires de liderazgo. Los más fuertes se dedicaban a acorralar a los débiles, no les dejaban festejar y los mandaban a dormir, causando mucho malestar. En represalia, hubo algunos casos muy lamentables, como el tal del "Santo", que era un tipo muy fuerte y muy chuleta, que se dedicaba a mantear a todo el que encontraba, y tenía a la juventud atemorizada. Con que se juntaron unos cuantos, organizaron unas patrullas, y en el callejón del Ayuntamiento lo acuchillaron hasta dejarlo muerto.
7.12.08
142
Antiguamente, una vez se hacía de noche, en el pueblo la vida se hacía insoportable: no había luz eléctrica ni de carburo.
En las pocas minas que había, también trabajaban con candiles, una especie de recipiente plano, a forma de tortuga. A primeros de siglo XX aparecieron los satilenos de carburo, y los cafés ya pusieron instalaciones con mecheros, que cobraron una luminosidad aceptable. En las casas, todas se alumbraban con candiles de aceite. Para ir de un departamento a otro tenías que ir con el candil, y procurar no pegar fuego, porque la mayoría de los tabiques eran de cañas.
Las mujeres amasaban el pan cada quince o veinte días. En verano se florecía, pero los padres decían que comiendo el pan florecido se volvían majos.
Para el almuerzo se solía comer torradas y una sardina. Algunos ni eso. Para comer, olla, judías con tocino y morcilla y para toda la familia un hueso de tocino y un poco de chorizo. Otras familias, farinetas para almorzar, y para comer olla con sebo de cerdo, que era lo más barato. Y para cenar, patatas con bacalao y arroz o verdura de la huerta.
Los mineros, en invierno iban tirando, pero en verano venía el paro, y las pasaban moradas. Unos cazaban, otros ayudaban a los payeses a cambio de la comida y poca cosa.
En las pocas minas que había, también trabajaban con candiles, una especie de recipiente plano, a forma de tortuga. A primeros de siglo XX aparecieron los satilenos de carburo, y los cafés ya pusieron instalaciones con mecheros, que cobraron una luminosidad aceptable. En las casas, todas se alumbraban con candiles de aceite. Para ir de un departamento a otro tenías que ir con el candil, y procurar no pegar fuego, porque la mayoría de los tabiques eran de cañas.
Las mujeres amasaban el pan cada quince o veinte días. En verano se florecía, pero los padres decían que comiendo el pan florecido se volvían majos.
Para el almuerzo se solía comer torradas y una sardina. Algunos ni eso. Para comer, olla, judías con tocino y morcilla y para toda la familia un hueso de tocino y un poco de chorizo. Otras familias, farinetas para almorzar, y para comer olla con sebo de cerdo, que era lo más barato. Y para cenar, patatas con bacalao y arroz o verdura de la huerta.
Los mineros, en invierno iban tirando, pero en verano venía el paro, y las pasaban moradas. Unos cazaban, otros ayudaban a los payeses a cambio de la comida y poca cosa.
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