8.1.09

150.- Los chavales, los residuos y la regaliz

En cuanto a los chavales, los ricos los mandaban a estudiar a las capitales, que lo que menos hacían era estudiar. Cuando llegaban a finales de curso, compraban los títulos por medio del chantaje, aunque la mayoría después no lo ejercían y vivían de sus rentas. Había un maestro y una maestra para todo el pueblo, que la faena que tenía de controlar los más de cien chiquillos de todas las edades. La mayoría de los niños estaban por la calle, hasta la hora de llevar la comida a los mineros. Íbamos mal calzados y mal vestidos.

Los Juegos.-
Capitaneados por mayores, formaban cuadrillas y a golpes de piedras por las calles; o a jugar a las canicas (singuetes). También, con unos hierros jugaban a los patacones. El juego consistía en un cuadrilátero. Se ponían los patacones en el medio y, a golpes de hierro, a sacarlos del cuadro. El patacón era una carta de baraja vieja rota por el medio, y formabas una especie de petaca. Era la delicia de los chavales.
Otro juego muy particular, que aún existe hoy, es la baldrufa.

Si tenían ganas de orinar, lo hacían en cualquier esquina. Se daban media vuelta, y como los perros, levantar la garra y a mear. En cuanto a hacer de vientre, casi nadie tenía water. Los de la parte alta iban a la sierra del castillo, y los de los bajos a la orilla del río, a la Batería, al campo de fútbol, a la pared de Obres Públiques o a la pared del huerto de Serero.

El ayuntamiento tenía un Alguacil de segunda categoría, que iba con una paleta y un cubo, e iba recogiendo las cacas del pueblo, las ponía en un montón y las vendía a los hortelanos como abono. Era un abono especial. Los payeses solían tener una tinaja para las mujeres, y cuando la llenaban, la cerraban bien y la llevaban a la huerta.

Cuando venían los carros cargados de regaliz para la fábrica, todos los críos iban detrás, tirando de las vergas para hacer chupadillos. Había dos fábricas de regaliz, una de Vallés, y otra de Justribó. Solían tabajar la mayoría de las mujeres del pueblo, y el jornal era de 0,50 céntimos.

7.1.09

149.- Subsistencia

Era yo muy pequeño, apenas lo recuerdo, que vinieron unos años de sequía que asolaron el término: se secaban los almendros y muchos pinos. La gente la pasaba morada. Con las minas en decadencia y sin lluvia para el campo, la vida era muy desoladora. Las balsas de los montes altos se quedaban secas, y tenías que ir a buscar el agua al río. De modo que cargaban cuatro cántaros, y al llegar a la masía se bebían la mitad. Así que al otro día vuelta a por dos cargas más de agua. La masía estaba a dos horas de camino. O sea, que te pasabas la vida por los caminos.

Nosotros lo teníamos mejor. Mi padre nos metía al cabulló de la saria, i cap a Llosa. A la orilla del río. Con un mas mal cuidado, con un tejado lleno de agujeros, que cuando clareaba el día parecía que estabas en la calle. Después, en el pajar, poca paja. Los seis o siete que éramos, todos dormíamos en la misma cama, tapados con borrazas, las pocas mantas que teníamos y las sueras de las caballerías. Mi padre encendía la fogata, y se impregnaba todo de humo hasta hacernos llorar. Así íbamos malpasando el invierno.

Por la mañana, se levantaba mi padre, ponía una sartén muy grande y hacía farinetes, con muchos chicharros de pan frito. Cuando estaban frías, todos alrededor de la sartén, hasta que aparecía el culo limpio. Después, un trozo de pan y un trago de vino, que no tenían todos.
Para comer, un puchero con patatas, judías y fideos, una morcilla, un poco de tocino, a veces un hueso, y ésa era la comida de la mayoría de la gente. Pero muchos sin morcilla, ni tocino ni vino.

En Llosa siempre teníamos medios de vida. Se criaban muchos bolets (gírboles). Diariamente cogíamos llantaïms (o lletón), que al sot se hacían tiernos. Los limpiábamos bien, hacíamos una cruz en la base y los lavábamos en el río. También teníamos una vandovella hecha de malla, que todos los días, al atardecer, íbamos a buscar la cena. Esto en invierno. En verano, con palangre o claró. De caza, mi padre no era muy hábil, no perdía tiempo, y no sabía buscar las sendas de los conejos. Pero sí que sabía parar lazos. Al salir de la finca, hacía una barrera y, a los pasos ponía lazos de cobre destemplado. De cuando en cuando íbamos cogiendo algún conejo y alguna perdiz. Así íbamos malpasando las calamidades.

6.1.09

148.- Navegación fluvial

Antiguamente, el medio de comunicación que había era la cuenca del Ebro. Después vino el proyecto del ferrocarril de la vía del centro. La vía fluvial consistía en unir Amposta y Zaragoza, y el punto centro era Mequinenza. Aquí ya había taller de llaüts y lanchas, que los montaban a las orillas del Ebro.

Llaüt
Sobre unos maderos montaban los esqueletos del barco y, a base de fuego y agua, iban doblando las tablas y colocándolas al llaüt. Cuando ya las tenían colocadas y sujetadas a las costillas del llaüt, las juntas las estopaban (con estopa, o sea, esparto deshecho) con una especie de escarpi ( o cortafríos) y una maza de madera. Iban picando, sentados en una banqueta. Una vez terminado el barco, procedían al alquitranado. Lo ponían a hervir con unos calderos, e iban embadurnando con el alquitrán. Y así se terminaba de calafatear (de ahí les vino el pseudónimo "Calafat"). Pero los más antiguos eran los Rayet. De muy pequeño conocí al abuelo Bernabé Rayet, que era el jefe. La mayoría de los obreros que tenía subían de Tortosa. Recuerdo que tenía uno que se llamaba Ricardo Abelló, que cuando se formó el Club de Fútbol Mequinenza era el mejor puntal (le llamaban "el negro", porque trabajaba de sol a sol).

Los llaüts subían tirando por una soga muy larga (llamada saula o sirga), que iba controlada por el timonel o patrón, que era el jefe de la cuadrilla. El llaüt iba sorteando entre la corriente y la retorna que hacía a la orilla. La tripulación estaba compuesta por el timonel, el peón de confianza, delante a la sama con la barra para evitar cualquier desvío; y delante, por la senda, iban cinco hombres con muscleras con la saula pasada (las muscleras eran para que no les hiciese daño al hombro). El que iba delante era el más forzudo, y llevaba una vara o palo para protegerse. Le llamaban "el aliné". Los palos de los barcos que llevaban antiguamente eran mucho más altos porque tenían que salvar muchos chopos que había a las orillas. Medían más de 30 metros. Cuando hacía bochorno o garbinada, montaban todos al llaüt, desplegaban la vela y a descansar.

En la bomba de la Huerta Vieja, para aprovechar el agua, hicieron la enclusa. Era un paso de unos 25 metros, y la abrían en invierno. Para el verano, montaron un azud. Las temporadas de verano las pasaban moradas por la escasez de agua al Ebro. Los que les cogía la temporada de verano en Zaragoza tenían que buscarse jornal para poder sobrevivir, hasta que llegaban las crecidas.

A principio del siglo XX, el señor Jorge Algueró (Serero) revolucionó toda la canal del Ebro. Compró un macho tordillo, y lo engancharon a un llaüt. Fue tanto el resultado, que se terminaron los tiradores de la saula. Todos compraron machos y mulas grandes, y con tan sólo un peón para acompañar la caballería, les sobraba. De modo que la plantilla del llaüt quedó reducida al Patrón y tres obreros. Cuando subían cargados de género, solían poner dos caballerías. Algunas veces, cuando llegaban al paso de la Barca, iban sudados, porque habían subido corriendo. Entonces les tiraban una manta encima. Todas las empresas procuraron tener las cuadras llenas de caballerías.
Cuando remontaban con el barco y tenían que subir una cuesta o terraplén, el timonel gritaba: "¡Amolla saula!". Entonces el timonel iba recogiendo la cordada que se alargaba. El macho no se paraba hasta que reducían saula.

Cuando se hizo el proyecto del ferrocarril, las primeras medidas que tomaron fue el paso por la ribera de Mequinenza hasta Fayón. Pero resulta que había una persona influyente en el término de Fabara, e influyó para que lo hicieran pasar por la estación de Fabara, que está a 15 kilómetros, sin ninguna especie de comercio de ninguna clase. En cambio, en Mequinenza ya despuntaban las minas, que daban una materia de primera necesidad.


Foto: Llaüt a vela. Fuente: Asociación Cultural Llagut.

1.1.09

147.- La Fira, el comercio y el jabón

El Mesón, que estaba en la calle Zaragoza esquina subida el cine Goya, era el centro de todos los traficantes de caballerías. Las llevaban en reatas, y las exponían el día de la Feria, que era el 25 de Marzo, y se quedaban tres días de fiesta. Los payeses cambiaban las caballerías, y comprábamos cerdos (guerrines) para todo el año.

LLevaban muchas caballerías de la Feria de Salás (la montaña catalana). Llevaban un ganado muy bueno. También venían las ferias, que se instalaban en la Plaza de la Iglesia. Montaban diez o doce ferias de baratijas, juguetes, navajas, carteras de Morella para el bolsillo y para el colegio, etc.
También venía "el chato de las mantas", que hablaba y atabalaba a los payeses. Yo era un crío, y mi padre me compró una navaja con muelles. Yo, muy contento, fui a cortar un bastón para las caballerías y se me dobló todo el filo, y no pude cortar el pan.
También había un hombre muy mayor que iba por las calles gritando: "¡Cosis, cantes i ribrells!". Reparaba objetos de cerámica. Llevaba un morral con arcilla húmeda, una especie de baldrufa grande con un puntero pequeño, hacía un pequeño agujero y, con unas grapas de alambre, las ajustaba a la grieta. Encima le ponía la arcilla macerada y solucionaba las grietas, y cobraba por grapa.
Había otro que también andaba por la calle gritando: "¡Dones! ¡Aulles, betes i fils, i ous i botons pa la bragueta!". Salían las mujeres y compraban la quincallería que necesitaban.
También solía andar un hombre con un burro y un sarón grande (o saria) gritando: "¡Sellons, cantes, argoletes i olles de fang pal fogaril!". Y éste era el comercio del pueblo.
De la ropa no hablamos, porque la mayoría de la gente compraba a fiar. Pagaban a la recolección de la cosecha.
Toda esta gente, comerciantes y marchantes, todos iban a parar al Mesón.
Las mujeres cada mes hacían bugada: ponían el cosi en una banqueta y lo llenaban de ropa con jabón moll, hecho de casa con sosa cáustica y cenizas de los cortezas de las almendras (coscos) y agua caliente. Después la llevaban a tender fuera del pueblo, hasta que se secase.También había sabó dur, hecho con sosa cáustica, aceite y agua. Era mejor que el moll.

146.- Almadías

A principios del 18 Mequinenza, por la posición que ocupaba, era el centro de atención, debido a la confluencia de tres ríos: el Ebro, el Segre y el Cinca. Entonces no había carreteras, y los medios de transporte eran nulos.
Los empresarios de la madera buscaban cuadrillas de obreros y los desplazaban a la montaña durante la temporada de verano. Allí estaban mal comidos, dormían en barracones y en el suelo, y pasaban la temporada cortando madera y bajándola a rastras con caballerías hasta el embarcadero. Allí construían las almadías. Las hacían de tres o cuatro tramos, y cada tramo tenía veinte o veinticinco metros. Los troncos los unían con unas plantas muy largas que retorcían. En el tronco hacían unos agujeros gordos con barrenas, pasaban las plantas por allí, las retorcían bien y les quedaba muy sujeto. Después, a esperar la crecida del río. Cuando llegaba la crecida, quitaban unas trabas, y montaban cinco o seis descalzos, con dos remos largos montados uno delante y otro detrás para conservar la buena marcha hasta Mequinenza.

Al llegar a Mequinenza, en la confluencia de los dos ríos, moderaban la marcha, y sujetaban las almadías a los pilones o anillas grandes de hierro que había en la orilla.
A lo mejor pasaban un par de días descansando en el Mesón o Trinquete. Era un local grande, con cinco o seis camas para los de primera categoría, un pajar grandioso donde cabían cuarenta personas, y una cuadra grande, en la que igual cabían treinta o cuarenta caballerías. También tenía un frontón, donde los jóvenes jugaban a la pelota. Era el local central de todos los viandantes. Había veces que se juntaban diez o doce almadías. Las del Ebro las ataban a las anillas, que tanían muchas para los llauts . En el Segre, las ataban a unos chopos muy grandes que había en la orilla. Después, para la marcha se ponían de acuerdo, y emprendían rumbo hacia Tortosa. Desde allí, la distribución era por vía marítima hasta su destino.Entonces no había ferrocarriles, y el transporte se hacía por mar y los ríos.