Hasta que un día, y con las narices hinchadas, le dije: "¡Ya no aguanto más, y me voy a la Compañía!". Entonces, me llamó aparte, y me explicó que el Capitán me quería en la compañía para hacerme Cabo tirador de 1ª, y fue entonces que me dijo: "Pero ahora soy yo el que no quiero que te marches".
Y me nombró Ranchero Mayor, porque era el que más valía y se podía fiar. Así que éramos ocho, y hacían un día de guardia a la semana para el café, menos yo, que no me calía madrugar. Después, el mismo Capitán me extendió un pase para todas horas extra. Así puede terminar la mili a primeros del 36; de la que tanto jefes como oficiales y suboficiales me tuvieron con un gran aprecio. Con que llegué al pueblo, por Lérida, y suerte tuve que me encontré con el oncle Toni y su hijo Antonio, y me invitaron a comer. Y bajé con ellos; y llegué con dos pesetas en el bolsillo.
Ya en el pueblo, me consideraba otra persona. Creía que me podía equiparar con cualquiera, y no tenía complejos. Incluso cuando la cuadrilla tenía que organizar alguna comida o fiesta, siempre tenía que ir yo por delante.
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