22.12.07

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De modo que nos agregaron a dos mineros de Utrillas, y empezamos la mina con un grupo que no tenían ni puñetera idea. Eran pescadores gallegos, un cura renegado, otro que tenía la carrera de cura a punto de terminar, un camarero que había trabajado en uno de los hoteles de París... y así eran todos. Pero una gente inmejorable. A mí me tenían en muy buen aprecio. Trabajábamos 2 turnos de 12 horas cada uno y, si surgía algo nuevo, dejábamos el sueño, y a lo que venía.

Íbamos a volar alcantarillas, cerca de la línea de fuego del enemigo. Una vez, volamos unas a unos cuarenta metros de un nido de ametralladoras de Belchite. Cada turno tirábamos dos pegas, que minábamos, de 3 a 4 metros. Había veces que se nos estropeaba el compresor, y continuábamos a la maza copla. Trabajábamos como negros, a ver quien podía más.

Por la noche, cuando estábamos en la plaza de Letux, cantábamos canciones norteñas, y se llenaba la plaza de personal civil, que venían a oírnos. Había unos cuantos que cantaban muy bien, y yo acoplaba con ellos la mar de bien. A mí me llamaban el de las Columbianas, que era lo que aprendí en la mili. No sé si por el miedo o por qué, el caso es que lo hacíamos muy bien, y por aquel terreno no conocían aquel sistema de cantar de monte.




Imagen: Combate casa a casa en Belchite (Septiembre,1937). Autor: Agustí Centelles.

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