La estancia en Barcelona tuvo sus pros y sus contras. Resulta que el chófer que iba conmigo era de Caldes de Montbui, y yo me quedé con los otros chóferes del grupo. Dieron la orden de partida y, claro, al no presentarse él, yo decidí agregarme al grupo de regreso. Pero al llegar al plano de El Vendrell -al chófer le llamaban Banau, y con él andaba mi primo Joaquín- empezó a hacer el tonto el camión, y resulta que se le fundió una biela. Tratamos de ponernos en comunicación con la base, y fue en vano. No teníamos dineros ninguno de los tres. Entonces, cambiamos un saco de patatas por la comida, y yo me volví a Barcelona con un camión de Correos, en las ruedas, que casi me hubiese valido más andar a pie.
Con que me fui a la base, y luego vino el chófer. Así que preguntó: "¿Dónde podríamos ir a cenar?". "Aquí detrás dan muy bien de comer, le llaman La Favorita". Nos sentamos allá, y dice: "¿Qué quieren para primer plato, uno o medio de garbanzos?". Dijimos uno, y nos sacaron un plato con cuatro garbanzos a medio cocer. Preguntamos si se habían equivocado. Dijeron que no. Con que pagamos el plato y se armó un gran escándalo.
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