Yo estaba en el internado Durruti, con el escuadrón divisionario llamado Grupo Continente, que nos mandaron por los acontecimientos que provocaron los comunistas. Nos bajaron al frente de Valencia, en respaldo del Comité Nacional de la C.N.T., sito en la calle de La Paz.
El escuadrón del Grupo Continente eran una clase de hombres que no eran inteligentes, porque les había pasado como a mí -la mayoría ni habían ido a la escuela- pero a fuerza de bregar en las avanzadillas, combates, retiradas y otras tareas que se les mandaba, se forjaron de tal manera, que siempre estaban dispuestos a jugarse la vida por la causa.
Era el 28 de Marzo de 1939. Me encontraba a las tres de la madrugada en la calle de La Paz, esperando la orden de partir para Alicante, para embarcar sin saber a dónde. Estaba requisando una rueda de recambio, y se acercó una mujer joven, y me preguntó: "¿Van ustedes a Alicante?". Yo le dije que sí, pero que íbamos tres, el capitán y su ayudante, que estaba presente. Con que le dije: "Ves arriba al Comité y pregúntale si puede venir una mujer en el viaje". Según dijo ella, el poder trasladarse se trataba de vida o muerte. No llevaba más que una carpeta bajo el brazo. Al rato, bajó el ayudante, y dijo que ya podíamos marchar. Así que emprendimos viaje a Alicante.
El viaje parecía cosa de temerarios. Los coches se sucedían fuera de la carretera. Hasta que se hizo de día, fue un temor constante. No te daban con el cruce de las luces. Iban con las largas continuamente. Yo, desde luego, conduje a todo lo que me daba el acelerador. Así que, allá cerca de las nueve, llegamos a Alicante.
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