Otro que influyó mucho en mi estudio fue Manuel Muñoz, sobre la Contabilidad Comercial. Resulta que él me indujo a que fuese a clase, y yo no entendía nada; no podía entender. Que si Debe, Haber, Crédito, Débito, si comprabas adeudabas, si pagabas acreditabas, Cheques, Pagarés, Acciones y Obligaciones... y así sucesivamente. Yo no podía digerir tanta carne para tan poco puchero.
Entonces, Manuel, conocedor de la causa, empezó de una manera más sencilla, fue explicándome los problemas, disipar dudas y ver luces. Y de treinta y tantos que éramos en clase, me quedé solo, superándolos a todos. Y me consideraba el que menos nociones escolares tenía.
A primeros del cuarenta y ocho, Torrero sufrió una transformación muy especial: marchó el tuerto, y vino Don Ramón de Toledo. Un hombre algo majareta, pero no tenía tan malos modos. Decía que todo recluso tenía que tener una actividad u otra, porque de esa manera no presentaban tantos problemas, restándose los pensamientos de los procesos y las causas que llevaban una marcha lenta.
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