Después de las tertulias, nos íbamos al cine. Nos costaba 50 céntimos. Un día nos hicieron una película que salimos todos decepcionados. Resulta que el argumento se basaba en que unas señoras de avanzada edad se dedicaban a recoger ancianos, los cuidaban muy bien y, cuando los tenían recuperados, les daban unas píndulas que les proporcionaban una muerte muy dulce. Después, les preparaban unos ataúdes muy adornados. Y entre las cuatro los bajaban por las escaleras al jardín, donde les daban sepultura con todas las pompas funebres.
Así que salimos todos decepcionados de la sesión de cine de aquel domingo. Yo comenté el programa con algunos compañeros, y todos coincidían conmigo. Pero cuando lo comenté con el Carrasquer, me dijo que el próximo domingo lo comentaríamos. Llegamos al domingo siguiente, y en la tertulia del café empezó el debate y los comentarios de la película. En la tertulia estaba Sigfrido Catalá, Isidro Guardia, Juan Sastre y muchos más, que formábamos un grupo de una veintena. Cuando ya habíamos hablado todos, Carrasquer llamó a Muñiz (que resultó ser hermano del entrenador que mandó a Barcelona a mi hijo Ismael) y le dijo que leyera lo que llevaba escrito. De modo que sacó unas cuartillas, empezó a leer, y nos quedamos todos impresionados y con ganas de volverla a ver.
Al días siguiente, en la clase, me atreví a preguntarle que cómo es que un grupo como el que estábamos, todos coincidimos que la película no valía la pena para comentar, y ahora todos estábamos deseosos de volverla a ver. Y él me contestó: "Muy fácilmente. Vosotros visteis las imágenes que no eran agradables. En cambio, el diálogo, que era inmejorable, vosotros no lo escuchabais".
Un día le dije que tenía una mentalidad envidiable, y él me contestó que las personas, cuando pierden un miembro, recuperan otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario