Al día siguiente, me presentaron a mi encargado general, de los que había cuatro o cinco en el edificio. El edificio, también llamado monasterio, se compone de dos pisos y un ático en forma de parrilla; es de unas dimensiones fabulosas, con unas trescientas celdas de una construcción interior inmejorable, con calefacción interna, teléfono, agua corriente, baño con ducha y bañera normal con unas capas de alquitrán y una pintura impermeable, y una decoración perfecta. A cada lado del pasillo central había una sala. Esas salas estaban dedicadas a la dirección del piso. Los bajos eran todos salas y locales grandiosos, que desconozco para qué los querían.
Así que estaba con el encargado general, que era más ancho que alto, y que siempre estaba blasfemando a Dios y al Diablo (pero que no le tocasen la Pilarica, que era su patrona, y para él era cosa sagrada). De modo que dice: "Coge ese pico y ves tirando todo eso". Yo digo: -"¿Eso, qué?". Dice: "Eso, esas paredes. Aquí, lo que se hace hoy, se tira mañana, mecauen Dios".
-------------------------
Foto: Cruz del Valle de los Caídos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario