30.12.07

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A mí me destinaron de ayudante de un chófer catalán, de Barcelona, un tal Blasco. Con que el primer viaje que hice fue de Samper a la estación de la Puebla de Híjar. Momentos después, me dice: "Coge el volante. Mira, esto es el cambio. Aquí está la primera, aquí la segunda, y así sucesivamente. Para cambiar de largas a cortas, dos tiempos. Y, entre medio, acelera."

Así que, cuando iba cargado, conducía él, y cuando de vacío, yo. Hasta que, a los pocos días, un retroceso de la manivela le rompió la muñeca, y fue ingresado al hospital.
Después me destinaron con un tal Nebot, de Caldes de Montbui, con un Belford. Fui varios días con él, hasta que un día le dije que me lo dejara, y me contestó: "Yo no lo dejo ni a mi padre". Pero va que un día, viniendo de Lécera, al pararnos al control, se paró el camión. Quería que fuese yo a buscar un mecánico en Lécera, y yo me negué, pues eran las tantas de la noche, y fue él. Con que levanté el capó, me puse a mirar por allí, y vi que un cable que unía la bobina estaba flojo. Lo apreté, subí al camión, probé, y se puso en marcha. Yo, sin esperar, me fui a la base. Cuando llegó él ya era de día, y armó un revuelo que no quieras saber. Pero cuando expliqué lo que había pasado, cambió la cosa.




Foto: Manolo Comas (izquierda) y Blasco (derecha), Híjar, 20 de Agosto de 1937.

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